“Aprendí que la ilusión de que uno puede cambiar el mundo, es eso: una ilusión”

Miguel Guerrero nació en Barahona, de donde salió siendo aun muy pequeño.Por cuestiones de trabajo de su padre, vivió durante un corto tiempo en San Juan de la Maguana, pero la mayor parte de su vida transcurrió en la ciudad de Santo Domingo.…

Miguel Guerrero nació en Barahona, de donde salió siendo aun muy pequeño.
Por cuestiones de trabajo de su padre, vivió durante un corto tiempo en San Juan de la Maguana, pero la mayor parte de su vida transcurrió en la ciudad de Santo Domingo.

Amante desde sus primeros años de juventud, de la literatura y de sus grandes clásicos, la tarea de comunicar a través de la pluma se fue convirtiendo en una pasión de todos los días.

Como ser humano ha tenido que superar momentos dolorosos y pérdidas irreparables.
Pero de cada etapa y de cada ser amado conserva los más hermosos recuerdos; por eso, cuando evoca al niño que esperaba feliz el regreso del padre a la casa, después de algunos días de ausencia, el recuerdo le devuelve la alegría de aquellos años.

Para Miguel, la vida en el hogar, junto a sus padres y hermanos, fue una etapa
feliz, llena de valiosos ejemplos.

Como profesional se siente orgulloso de todo lo que el ejercicio de su profesión le ha enseñando.

En el rol de padre, aspira legar a sus hijos la herencia de trabajo y honestidad que recibió él de su padre.

1. De Barahona
Nací en Barahona, pero no la conozco. He estado en Barahona apenas unas cuantas veces, no por decisión, sino por las exigencias de mi trabajo y de lo que yo hago. Cuando yo tenía un año, mi familia se trasladó a la capital. Yo enfermé y mi padre me trasladó a la capital para que me atendieran. Entonces toda mi familia vino con nosotros.

2. Recuerdos de infancia
Yo tengo gratos recuerdos de mi infancia, aunque el paso del tiempo ha desvanecido algunos de ellos. Vivimos tres años en San Juan de la Maguana, porque mi padre era encargado de Mecanización Agrícola en la Manicera, con asiento en San Juan, para toda la zona sur. Ahí estudiamos. Mis hermanas en la escuela de monjas y nosotros en el colegio de curas. Era muy pequeño, pero tengo vagos recuerdos de San Juan. Toda mi vida profesional y personal ha sido aquí en Santo Domingo. Vivíamos en Ciudad Nueva, en una calle que se llamaba Benefactor, hoy Fabio Fiallo.

3. Siete hermanos
Mis padres tuvieron 10 hijos, de los cuales cuatro murieron. Soy el cuarto de los seis que sobrevivimos. El mayor es ingeniero, está retirado, fue decano de Agronomía y Veterinaria de la universidad; el segundo es médico y vive en los Estados Unidos, desde 1965; la tercera es mi hermana Mercedes, a la que llamamos Mechy, es abogada, después sigo yo; después está mi hermana Mary, era banquera, está retirada, y Germán, al que le llamamos Hugo, es economista.

4. Una herencia valiosa
Mis padres, Luis Manuel Guerrero Báez y Estervina Sánchez. Mi padre murió primero, como resultado de dolencias físicas, primero le dio un infarto, el infarto le agravó la diabetes y murió 10 años después. Mi madre no pudo resistir su ausencia, a partir de ahí comenzó a perder el entusiasmo por la vida, y finalmente falleció. Solo el recuerdo de eso me conmueve. A mí me resultó muy difícil superar la muerte de mi papá, primero porque mi generación no tuvo la oportunidad de ese contacto diario que tiene hoy la familia dominicana; además, por las exigencias del trabajo de él, porque para darnos cierto nivel de confort y de estabilidad trabajó muy duro y trabajaba en el interior del país, por eso su regreso a la casa los fines de semana, o después de una ausencia de varios días, constituía todo un acontecimiento. Por lo regular venía con su camioneta llena de alimentos, muchas cosas, e incluso con regalos para nosotros. De mi padre, valoro la herencia de honestidad que él legó, es mi mayor tesoro y he tratado de transmitirlo a mis hijos.

5. Estudios secundarios
En la secundaria, todos vivimos esos momentos difíciles y tormentosos del final de la Era de Trujillo. Hice el bachillerato en el Liceo Juan Pablo Duarte, que entonces se llamaba Presidente Trujillo. Tuve la dicha de que no me tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio, porque cuando llegué a la edad que se requería ya el régimen había sido derribado y no tuve la necesidad de hacerlo. Muchos de mi generación, un poco mayores que yo, lo hicieron y entienden que fue una experiencia agradable, porque la vida militar tiene un alto contenido disciplinario y la gente aprende a respetar el principio de la autoridad. Pienso que una de las grandes pérdidas que hemos tenido en nuestra sociedad es que ese principio se ha perdido. La gente no entiende que el respeto de la autoridad es fundamental para que una sociedad funcione.

6. Lector
En aquella época, para un chico de clase media la única diversión o pasatiempo era la lectura. En tiempos de la dictadura era difícil, porque no teníamos acceso a información del exterior, el régimen solo reproducía lo que era de su interés. Entonces las librerías eran nuestro escape. Recuerdo que comprobábamos libros y lo que hacíamos era que lo que nos daban de mesada, lo cogíamos para comprar libros y después que los leíamos íbamos a una pequeña tienda que había en la calle Pina, a cambiar el libro que ya habíamos leído por otro libro viejo que no habíamos leído. Así lo hicimos hasta que crecimos, tuvimos nuestros propios ingresos y pudimos comprar libros y conservarlos. Así conocí los clásicos.

7. La universidad
Cuando llegué a la universidad, el país ya había empezado a sufrir cambios y vinieron las inquietudes de carácter social. Aprendí, con la lectura de Oscar Wilde, es que no había solo una visión del mundo. Lo primero que leí de Oscar Wilde fueron dos cuentos, “El príncipe Feliz”, una tremenda obra a pesar de su brevedad, y “El Ruiseñor y la Rosa”. Fue algo mágico, no podía concebir que en tan pocas palabras, y en una historia aparentemente tan ingenua y sencilla, podía haber tanta belleza.

8. Ejercicio periodístico
La lectura me ha servido mucho en mi ejercicio periodístico, que ya llegó a su final; porque ahora lo que estoy haciendo es periodismo de opinión. Escribo una columna diaria, pero desde un principio advierto al lector que se trata de mi opinión, por eso se llama “La columna de Miguel Guerrero”. No pretendo con eso imponer una verdad, ni decirle a la gente que esa es la verdad absoluta. Trato de decirle a la gente que es importante la opinión de todos. La lectura de El Ruiseñor y la Rosa me dio, hasta cierto punto, la pauta de lo que debe ser un buen periodismo. Dejé el periodismo, no sé si fue una decisión correcta, quizás no alcancé donde pude haber llegado. Creo que la literatura mientras más sencilla y más directa, tiene más alcance y al final produce una sensación de plenitud mayor que todos los oropeles con que los malos escritores pretenden adornar lo que dicen.

9. Satisfacción y aprendizaje
A lo largo de mi carrera tuve varios sinsabores, pero no tengo porqué quejarme. Me hace sentir orgulloso el saber que el ejercicio de la profesión me reveló toda la humildad con que una persona debe ejercer la profesión y vivirla. Aprendí que nadie es mejor que nadie, que la ilusión de que uno puede cambiar el mundo, es pura y simplemente eso, una ilusión, que uno no debe dejarse arrastrar por la sensación de que llegar primero constituye un éxito. Me refiero a la noticia, lo importante no es llegar primero, es llegar bien. Hay mucha banalidad, yo no dudo que si alguien dice que vio por ahí a Balaguer y a Caamaño caminando en la calle, alguien lo publique. Es decir, que no hay ese interés por llegar a la verdad. Exiliamos el elemento más importante, que es la moderación. Es necesario hacer un esfuerzo por traerla de nuevo.

10. “Voy a envejecer contigo”
Conocí a mi esposa Esther en la universidad. Me enamoré de ella desde que la vi. Este año vamos a cumplir 50 años de casados. Cuando yo la vi, como hija de un pastor evangélico, tenía unos lentes de vidrio grueso, parecían el fondo de una botella, y tenía una falda larga que no se le veía ni siquiera el tobillo, y yo desde que la vi me impresionó tanto que me le acerqué y le dije: “Yo voy a envejecer contigo”, y así fue.

Ella me dijo que yo era un atrevido. La seguí tratando. Nos casamos y hemos vivido tiempos buenos y malos, pero nunca una gran crisis. Tenemos dos hijos preciosos, que son nuestra razón de ser y ya tenemos dos nietas. Tengo una familia pequeña, pero adorable, que es la razón de mi vida y de mi existencia y que inspira todas mis acciones. Mis hijos trabajan conmigo.

Me gusta contar historias

“Es una etapa mía como periodista. Muchos periodistas famosos, no me encuentro entre ellos, terminan siendo escritores, porque la historia es una narración periodística y yo siempre, desde un principio, pensé que había historias que debían ser contadas de otra manera. Lo que he hecho es contar historias en mis libros, no etiqueto en un renglón esa labor. Algunos historiadores, que respeto, entienden que las publicaciones son de carácter histórico y por eso soy miembro Correspondiente Nacional de la Academia de la Historia. Mucha gente me pregunta que qué significa eso, y yo les digo que no lo sé, que solo sé que me nombraron y agradezco esa distinción.

Lo que cuento en mis libros son cosas que he vivido. Ya he publicado 13 libros y muchas investigaciones que hice para dos libros que no he terminado aún, han terminado formando parte de esos 13 libros publicados.

Tengo en carpeta dos libros para los cuales concluí el trabajo de investigación, pero me falta el elemento de color que debe tener cada libro, me refiero al testimonio de personas.

En mis escritos soy muy descriptivo, incluso en aspectos que pudieran parecer superfluos, como el ambiente en el cual se desarrolla la historia, porque ese ambiente influye en la conducta de las personas”.

Saldo
Me hace sentir orgulloso el saber que el ejercicio de la profesión me reveló toda la humildad con que una persona debe ejercer la profesión y vivirla. Aprendí que nadie es mejor que nadie.

Oscar Wilde
Aprendí, con sus obras, que no había solo una visión del mundo. Lo primero que leí de Wilde fue “El príncipe Feliz y El Ruiseñor y la Rosa”.

Dicha
No me tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio, porque cuando llegué a la edad que se requería el régimen había sido derribado ”.

Pérdida
Una de las grandes pérdidas que hemos tenido en nuestra sociedad es que el principio de respeto a la autoridad se ha perdido”.

Lectura
En la dictadura era difícil, porque no teníamos acceso a información del exterior, el régimen solo reproducía lo que era de su interés”.

Columnista
Ahora lo que estoy haciendo es periodismo de opinión. Escribo una columna diaria, pero desde un principio advierto al lector que se trata de mi opinión, por eso se llama “La columna de Miguel Guerrero”.

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