El Árbol que no daba frutos

IntroducciónEn Higüey, la Comisión Civil de Desarrollo, el Museo Altagraciano, la Dirección Provincial de Cultura, la Cámara de Comercio y Producción de la Provincia La Altagracia, la Editorial Santuario, a las que…

Introducción

En Higüey, la Comisión Civil de Desarrollo, el Museo Altagraciano, la Dirección Provincial de Cultura, la Cámara de Comercio y Producción de la Provincia La Altagracia, la Editorial Santuario, a las que se une la Sociedad Cultural Altagraciana, han tomado la decisión de poner a circular cada último viernes del mes un libro. Para octubre 2015 llevan 18 libros. En este mes, justo el 30 de octubre, tocó el turno al libro del Dr. Ernesto Rivera Cedeño (Duque). Lleva como título: “El Árbol que no daba frutos”. Me correspondió a mí tener la presentación. Sobre este acto, el autor y su obra, me parece bueno y útil, dejar la siguiente crónica, como información para los que estuvieron presentes ese día en el Museo Altagraciano y para las generaciones futuras.

1.- El programa
• Inicio del acto.
Dr. Máximo Aristy Caraballo
• Invocación.
Mons. Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, Obispo de la Altagracia
• Presentación de la Mesa de Honor.
Dr. Máximo Aristy Caraballo

1.- Dr. Ernesto Rivera Cedeño (Duque), Autor del libro
2.- Sra. Susy Dalmasí de Rivera,
Esposa del autor
3.- S.E.R. Mons. Ramón Benito de la
Rosa y Carpio,
Presentación de la obra
4.- Dr. Teófilo del Rosario Perozo,
Presentará el Autor
5.- Don Alejandro Grullón E.,
Presidente de la Fundación Museo de La Altagracia y Gobernador de la Basílica Catedral Nuestra Señora de la Altagracia
6.- Lic. Isael Pérez,
Presidente Editorial Santuario
7.- Lic. Josefina Pichardo,
Directora Museo La Altagracia
8.- Ing. Darío Yunes,
Presidente de Comisión Civil de
Desarrollo de la Provincia La Altagracia.
9.- Ing. Sergio Altagracia Martínez,
Presidente Cámara de Comercio y
Producción de la Provincia La Altagracia

• Palabras de Bienvenida.
Ing. Darío Yunes
• Presentación de la obra.
SER Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
• Semblanza.
Dr. Teófilo del Rosario Perozo
• Palabras del autor.
Dr. Ernesto Rivera Cedeño (Duque)
• Despedida.
Lcdo. Isael Pérez

2. Presentación
El libro contiene 14 deliciosos escritos, definidos como cuentos, pero en realidad se entrecruzan diferentes géneros literarios. Este hecho les da un encanto y riqueza particulares. Usted descubrirá estos 7 géneros en ellos, mezclados aquí y allí: el cuento, la narración, la poesía, la historia, la didáctica, el buen humor y lo religioso.

He aquí sus catorce títulos:
• El gavillero
• Los gatos de Metre
• Cuentos del loco Zenón
• Duyey
• Caripelá
• Toñito y Mimina
• El árbol que no daba frutos
• Epifanía
• El Cristo
• Sin ninguna importancia
• No era mi enemigo
• Un cuento no tan cuento
• Prillé
• El buey que habló

3. Semblanza del autor
Ernesto Rivera Cedeño nació en la villa blasonada de Salvaleón de Higüey el 7 de julio de 1932, “cuando Higüey era un caserío alrededor del templo nacional o una mariposa combatida por la brisa”.

Médico, pintor, narrador, poeta y gestor cultural. Terminó sus estudios secundarios en el Liceo Gerardo Jansen de su ciudad natal.

Doctor en medicina por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (1964). Realizó su pasantía médica en el Hospital Padre Billini.

En 1966, contrajo matrimonio con la señorita Susy Dalmasí, con la cual procreó cuatro hijos: Angie, Karina, Ernesto y Susy Elizabeth. Fundador en 1977 del Grupo Cultural Higüey (Gruculthi).

Compilador de la Obra Literaria de José Audilio Santana: Poeta y Pintor higüeyano (1978). Tiene varias obras literarias inéditas en poesía, narrativa e historia. Miembro del Consejo Provincial de Cultura, del Taller Literario y Director de Cultura del Ayuntamiento de Higüey.

Todo un símbolo de la higüeyanidad. Está incluido en “Convocatoria: Antología de Narradores de la Provincia La Altagracia” (2004); “Mientras Salga el Sol”; “Antología de Poetas de la Provincia La Altagracia” (2004); “Escritores de la Provincia La Altagracia” (2004); en “Diccionario Bibliográfico de Escritores del Este”, de Isael Pérez y en “Poetas de la Era II” (2012), de Elsa Báez.

Obras: Las Calles de Higüey (dos ediciones) 1984 y 2004; Historia de la Villa de Higüey (2006); Poemas y Narraciones (2007) y Antología de la Poesía Higüeyana, volumen I (2010).

Editorial SANTUARIO publicará próximamente sus memorias.

4. El Árbol que no daba frutos

Me parece bueno reproducir aquí el cuento que da título a todo el libro. Le invito a que note en él cómo se entremezclan los diferentes géneros literarios, enunciados más arriba: “Era un amanecer radiante de primavera. Los primeros rayos del sol aparecieron tibios y espléndidos tras las colinas y las aves empezaron a desgranar sus trinos entre el follaje. Un ruiseñor inició su concierto matinal y a él se unió de inmediato toda la orquesta de la campiña cuyo conjunto era como un himno de armonía a toda la creación.

Las flores entreabrieron sus pétalos y comenzaron a exhalar su aroma. Las gotas de rocío pendientes de la grama, de los brotes tiernos y de las flores, al reflejar en ellas los rayos del sol enviaban sus destellos en todas direcciones lo mismo que un suave titilar de estrellas de la mañana. Y los árboles grandes y pequeños matizaban el paisaje con sus distintos tonos de verdes, amarillos y rojos como paleta de pintor, en sus nuevos brotes y los variados colores de sus flores. Uno, en particular, se notaba más alegre y gallardo, como príncipe y señor de aquel entorno; era un naranjo joven cubierto de azahares cuya blancura y aroma lo llenaban todo.

Cerca de él otro árbol más grande pero de fea apariencia, cuyos brotes aún verdes y tiernos no llamaban la atención y el verde de sus hojas adultas no era brillante ni llamativo observaba todo aquel milagro de la naturaleza ciertamente triste.

Por qué todo su alrededor era hermoso, alegre y colorido y sólo él era triste. Por qué sus brotes aun tiernos y sus ramas fuertes no eran atrayentes y nadie las notaba. Por qué nunca florecerá ni daba frutos.

Por qué Dios le negaba a él lo que como cosa natural había dado a todos los demás árboles del huerto. Él no sabía haberle ofendido nunca para ser castigado a jamás florecer y no dar frutos. A que un viajero jamás se detuviera a descansar bajo su sombra, ni que un pájaro nunca escogiera sus ramas para plantar su nido. Mejor morir a seguir soportando esta vida que es una humillación continua, se decía.

En el lenguaje que usan los árboles para comunicarse, el nuestro platicaba con su amigo un naranjo en flor, fiel exponente de todo cuanto era su mayor anhelo en la vida, con sus flores blancas y sus amarillas y apetitosas naranjas, y el ruiseñor que en cada amanecer y cada ocaso posado en sus ramas saludaba y despedía al Rey de todos los astros.

Y el joven naranjo en flor le consolaba diciendo: “Ten paciencia hermano y no estés triste que tu oportunidad ha de llegar un día. Nuestro Padre Creador de todo el Universo se ocupa de la más leve brizna que se mece el viento. Por qué ha de olvidarse de ti que eres más que una brizna. Calma y espera, Él te ama como a mí y como a todos. Es que tu oportunidad no ha llegado”. Y así pasaba una primavera y otra y otra. Y detrás el verano, y el otoño y llegaba el invierno. De nuevo la primavera y el naranjo florecía y cuajaba sus frutos.

Los pájaros cantaban, el campo igual reverdecía. Solo nuestro árbol continuaba triste y el naranjo no tenía ya argumentos para consolarlo.

De pronto, una extraña sensación sacudió el árbol triste; algo que no sabía expresar y que daba alegría y tristeza al mismo tiempo conmovía su ser en lo más íntimo, Algo iba a cambiar totalmente su vida, era como un extraño presentimiento. Acaso estaba enfermo. Iba a morir. Eso no le importaba. De cualquier forma, era preferible a seguir viviendo en aquellas condiciones. Por eso la idea de morir no le atemorizaba. Si no cumplía una misión en la tierra para qué seguir viviendo.

Una mañana llegó un hombre con su hacha y se detuvo junto a su tronco: lo miró dando vueltas a su alrededor, lo palpó y al fin pareció decidido.

Primer golpe de hacha. Al fuego, pensó el árbol y todo terminado. Segundo golpe y luego el tercero y muchos más. Y el árbol cae sin experimentar sensación alguna.

El hombre lo lleva a su taller de carpintero y empieza su tarea que el árbol aún no entiende. Le corta en trozos, lo labra y lo convierte en una enorme cruz.
Todavía no comprende cómo ni por qué un hombre maltratado y aún así más hermoso que la creación entera lo transporta en sus hombros. Aquel hombre tropieza y cae varias veces bajo su enorme peso y sus brazos y manos ensangrentadas se aferran con fuerza al madero como si quisiera protegerlo con su cuerpo. Y sus manos sangrantes acarician la madera con un amor infinito que le produce una sensación de gozo indescriptible. Parece establecerse entre Hombre y Cruz un amoroso diálogo sin palabras, y al contacto de esas manos adoloridas siente que corre por él una savia maravillosa, totalmente distinta a la que extraían sus raíces de la tierra donde estuvo plantado. Todo esto es nuevo y bueno, pero el árbol triste aún no lo comprende.

Ya en lo alto de un monte, con el Hombre clavado él es nuevamente plantado. Y siente la tierra temblar, oscurece el sol y un grito desgarrador, como si la naturaleza toda fuera herida esparcirse por los aires. Entonces la luz se hizo en él. Comprendió que se estaba realizando el milagro y llegaba el momento que tanto había anhelado al través de toda su existencia: De él pendía “El más maravilloso de todos los Frutos que había de contemplar la Humanidad por los siglos de los siglos”.

Conclusión

CERTIFICO que los datos de mi crónica sobre el libro “EL ÁRBOL QUE NO DABA FRUTOS” acontecieron en Higüey, en el Museo Altagraciano, el viernes 30 de octubre de 2015.

DOY FE en Santiago de los Caballeros, a los tres (03) días del mes de noviembre del año del Señor dos mil quince (2015).

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