Bajemos el tono

Los dominicanos debemos reconocer la enorme capacidad para flagelarnos, atacarnos sin compasión como si tuviésemos el propósito de autodestruirnos.

Los dominicanos debemos reconocer la enorme capacidad para flagelarnos, atacarnos sin compasión como si tuviésemos el propósito de autodestruirnos. En eso somos inmisericordes. Claro, no llegamos al extremo de decirnos que somos la peor cosa del mundo.

Aunque no somos los mejores, tenemos nuestras cosas buenas. Tanto, que por demasiado tiempo, años, se aceptó como cosa nuestra el complejo de Guacanagarix, esa vocación de entrega y servicio a los extraños, más que entre nosotros mismos.

Eso sugiere que somos buenos en demasía. Claro, siempre ha habido “malos dominicanos”. Hasta Duarte habló de sus maquinaciones, pero la realidad es que la mayoría, pero la inmensa mayoría de la Nación, se pasa de buena, de simple, colaboradora, trabajadora, emprendedora, que de nada se inventa una forma honesta de vivir y se divierte hasta con un jarrito tocado con un palito de coco.

Si somos así, alrededor de diez millones, más los queridos extranjeros que nos acompañan, por qué maltratarnos tanto, de manera incesante e insensata. Quizás sólo reñimos para vernos por dentro, exponernos al mundo descarnadamente, y luego decirnos y mostrarnos que podemos hacer todo mejor.

Tiene razón don Frank Rainieri con su llamado a “bajar el tono” de las discusiones por la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que como dice ya es una pelea entre los diferentes sectores, “cuando lo que deberíamos hacer es ir buscando paulatinamente entre nosotros las soluciones a los problemas”.

Además, ya hoy es 12 de diciembre. Tampoco debemos amargarnos demasiado las fiestas navideñas. Total, tenemos que seguir viviendo en este pedacito de tierra, con las diferencias, pero en buen ánimo, valorando lo que somos, un gran país, con todo el virtuosismo de sus cosas bellas, paisajes, sitios y destinos, fabulosa comida, y especialmente, la tremenda humanidad que nos caracteriza.

Bajemos el tono. La catarsis ha sido más que suficiente.

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