Balance de la justicia en 2014

Las encuestas son un gran instrumento, aunque muchas veces se tergiversan sus resultados. Sin embargo, amén de posible instrumentalización o manejo, bien utilizadas pueden dar un parámetro, una foto de un momento y servir para enderezar el rumbo.

Las encuestas son un gran instrumento, aunque muchas veces se tergiversan sus resultados. Sin embargo, amén de posible instrumentalización o manejo, bien utilizadas pueden dar un parámetro, una foto de un momento y servir para enderezar el rumbo.

Es probable que en este momento histórico la percepción ciudadana en relación al manejo de la justicia sea negativa en altos grados. Cualquier encuesta transparente arrojaría este resultado.

Por ejemplo, e independientemente de las variadas deficiencias que este tipo de indagaciones por internet podría acarrear (Se debe tener computadora y acceso a la Web; se podría votar más de una vez, entre otras), a las 5:11 de la tarde del jueves 8 de enero de 2015, en la encuesta diaria del Periódico elCaribe se tenía la siguiente pregunta: ¿Cómo califica a la justicia dominicana? El 83.4% de los votos, que hacían 1147, entendían que era “Mala”; el 11.4%, con 157 votos, que era “Regular”; el 1.3%, con 18 votos que era excelente; y, el 3.9%, con 53 votos, la calificaba como “Buena”.

Esta podría ser la primera de muchas preguntas, otras serían: ¿Confía usted en la justicia dominicana? ¿Considera que es independiente del poder político? ¿Cree que habrá condena en algún caso de corrupción importante? Entre otras posibles. Luego, con los resultados se podría ahondar en las variadas deficiencias del sistema, que discrepa mucho de lo descrito por el presidente de la Suprema Corte de Justicia en su discurso del 07 de enero del presente año.

Sobre estos temas de fondo el presidente de la SCJ no dijo “ni pío”. El discurso fue bueno, pero por lo que no dijo.

Dentro de esta lógica el principal problema de la justicia, no son los recursos –siempre escasos- ni la fluidez o lentitud de los “casos atendidos”, sino de “credibilidad”. Y, el pasado año 2014, la dejó muy mal parada.

Y la “credibilidad” de la justicia no debe verse en función de casos que entren al sistema y que se concluyan, ni por la cantidad de procesos disciplinarios contra jueces de base. Quien conoce la justicia penal, por ejemplo, sabe que esta es una “farsa” y que más del 90 por ciento de los imputados son “pobres diablos”, “muchachos de mandados” o “enfermos” que solo sirven para engrosar las estadísticas judiciales y a los que se les debería dar otro tratamiento.

La “credibilidad” de la justicia debe aquilatarse en función de su capacidad para limitar, frenar y castigar al poder, a quien abuse del mismo, como lo hace con cualquier ciudadano de a pie. Y allí reprueba nuestra justicia.

Y, ese “principal problema” de la justicia dominicana se debe a la dependencia del poder político del alto tribunal. Estos jueces pueden ser “políticos”, ideológicamente hablando, pero no “partidistas” y menos aún dependientes de líneas o ejecutores de designios particulares. Ese es el punto. Estas deficiencias nacen desde la elección de los miembros de la Suprema Corte de Justicia, luego de un “tele-maratón” mediático con previsible resultado. Todo el país conocía en aquel momento, con la excepción de algún juez de la Suprema de entonces, quién sería el nuevo Presidente del tribunal.

Ahí empezó el asunto. Aunque lo grande fue la posterior conformación de la “Sala Penal” de la SCJ, donde pusieron un valorado diamante, para justificar o legalizar la falta de luz circundante.

Los jueces supremos no tienen opción –todo lo antes dicho vale para las “Altas Cortes” en sentido general-: son nombrados por el Poder Político, pero deberían ser, como afirmara una vez el Magistrado colombiano Carlos Gaviria Díaz, malagradecidos con quien los designa y luego de su elección solo responder a la Constitución y a la ley. Al respecto pregunto, y la respuesta podría resumir la “credibilidad” de la Justicia y de las “Altas Cortes” dominicanas: ¿cree usted que es así? l

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