El banquete con todo a la carta

El referendo revocatorio o aprobatorio es el mecanismo ideal para evaluar gobernantes. Para echarlos del poder, si han tenido una mala gestión gubernamental, o para confirmarlo si cuenta con el suficiente aval popular. Y para los que ya tuvieron…

El referendo revocatorio o aprobatorio es el mecanismo ideal para evaluar gobernantes. Para echarlos del poder, si han tenido una mala gestión gubernamental, o para confirmarlo si cuenta con el suficiente aval popular. Y para los que ya tuvieron en la dirección política del Estado y quieren volver, sin medir su nivel de aceptación ni someterse a una evaluación minuciosa de su popularidad. Tras haberse hecho una buena gestión desde el Estado es obvio que nunca habrá obstáculos para regresar, si la Ley lo permite. El problema es cuando quedan huellas indelebles que manchan la trayectoria del aspirante. Vale preguntarse entonces: ¿Es diferente la reelección de Danilo Medina a la de Leonel Fernández? ¿En qué se puede comparar con la reelección de Hipólito Mejía? En qué son iguales?, ¿en que son diferentes? Medina ha escrito su propia página, pero en el fondo el procedimiento brutal es el mismo.

En la lucha salvaje por controlar el poder desde el poder. Con sus matices, porque está claro que no es lo mismo Hipólito ni Leonel que Danilo. Con mucha frecuencia confundimos los conceptos y vemos la reelección como algo homogéneo de consecuencias fatales siempre. No es así. Veamos el asunto con cuidado. La reelección mala es aquella que quiere perpetuar por la fuerza al gobernante impopular, que pasó por el Estado y dejó el Estado devastado. Esa es la reelección fatal, traumática. Nadie quiere reelegir un gobernante malo, excepto sus acólitos, partidarios y beneficiarios directos. Una reelección buena puede ser aquella que busca prolongar el mandato de un gobernante de turno, o a alguien que ya gobernó, apegado a los valores y principios éticos y que goza del más amplio respeto de sus gobernados.

Como instrumento regulador, las constituciones son la carretera, la ruta por donde debe marchar cualquier tipo de reelección. Son muchas las posibles reformas constitucionales. Está el modelo americano: dos términos y nunca jamás. Quizás la mejor. Está el modelo venezolano, reelección indefinida al estilo Hugo Chávez, con el peligro latente de convertirse en dictadura. Está el modelo actual dominicano, un término y volver cuando quiera, sin obstáculo jurídico. Es necesario reconocer que modificar la Constitución con demasiada frecuencia es traumático y doloroso para cualquier país porque desestabiliza el Estado, crea desconfianza. Se supone que no debe haber ninguna cercanía ni relación directa entre el interés particular del gobernante y la reforma inmediata a la Carta Magna. Pero siempre ocurre todo lo contrario.

En República Dominicana, donde la popularidad de Danilo Medina ha promovido una nueva reforma constitucional, se ha pactado una reforma consensuada con el PRD y el PRSC. Faltó la figura jurídica del referendo revocatorio o aprobatorio.

El banquete reunió en la misma mesa hambrientos comensales morados, blancos y coloraos. Primero a lo interno del PLD con Leonel Fernández: plato fuerte a la carta con la Nación repartida como piñata, todo fifty-fifty. Hay que dar un gran pedazo del pastel al PRD, desesperado con 14 años fuera del gobierno, sin comer y con perspectivas de seguir hambriento hasta el 2016. Cheque en blanco, diputaciones, senadurías, alcaldías, ministerios repartidos a pedir de boca. Como piñata nacional el banquete es delicioso, exquisito: gobierno compartido.

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