Bases de un comercio duradero

Lo que inició como una prohibición comercial haitiana circunscrita a un grupo particular de productos, pollos y huevos procedentes de República Dominicana, parece estarse convirtiendo en una política comercial de mucho mayor alcance.

Lo que inició como una prohibición comercial haitiana circunscrita a un grupo particular de productos, pollos y huevos procedentes de República Dominicana, parece estarse convirtiendo en una política comercial de mucho mayor alcance. Aunque parte de las medidas serán inefectivas por lo porosa que es la frontera, la lista de productos restringidos apunta a ir creciendo. Recientemente los productos plásticos, anunciados desde el año pasado, fueron añadidos a la lista de prohibiciones, y se habla de otros como la harina de trigo y el cemento.
Haití se siente empoderado y empieza a tomar decisiones de política comercial por cuenta propia. Lo hace torpemente, y no queda claro si los objetivos son proteccionistas o fiscales. Ambos propósitos son legítimos, pero si los hubiesen hecho explícitos desde el inicio nos hubiésemos ahorrado una parte de la rabia antihaitiana que generó en el país, por ejemplo, la excusa de la gripe aviar. Hasta apoyo hubiese concitado en parte de la sociedad dominicana. Pero no sólo se trata de hacer las cosas, sino hacerlas bien, algo que parece que el Estado haitiano todavía tiene pendiente aprender.

El telón de fondo de esas medidas es un sentimiento en las élites y sectores de la sociedad haitiana de que la única parte que se beneficia de las relaciones económicas entre los dos países es la dominicana. El balance comercial es tremendamente desigual, en parte porque ponemos trabas de nuestro lado.
Además, algunas exportaciones dominicanas son de productos de baja calidad dirigidos a segmentos de mercado de muy bajo ingreso, tanto de éste como de aquel lado de la frontera.  Esto ha alimentado la percepción en Haití de que su país se ha convertido en el vertedero de República Dominicana. Sabemos que no existe tal intención y que esto es el resultado de la pobreza y las graves limitaciones de nuestros Estados de evitar la producción y comercialización de este tipo de productos. De cualquier manera, el hecho alimenta las percepciones negativas.

Todo lo anterior se suma a la aprehensión de vieja data de que aquí somos maltratadores de haitianos. La reputación es bien ganada porque permitimos el abuso contra migrantes por parte de las fuerzas de seguridad que se lucran, extorsionan y atropellan. También se lo permitimos a algunos empresarios sin escrúpulos que se aprovechan de la indefensión de los migrantes, y también por la frecuencia del discurso antihaitiano en los medios.  No hay abuso generalizado por parte de la gente común, pero frente a lo anterior la indiferencia del Estado es tan evidente que el mote nos cae a todos.  De poco valen las remesas que fluyen desde acá hacia allá porque quienes remesan son pobres, con poca influencia sobre el discurso público y sobre las políticas. El resentimiento termina expresándose, y la política comercial no es ajena a ello.

En ese contexto de percepciones negativas sobre los beneficios del comercio, pero también de una mayor importancia de ese comercio para el país, y de una falta de mercados alternativos claros por falta de competitividad, las sorpresivas medidas haitianas amenazan con reducir la producción industrial. Pero además, nos encuentra sin capacidad de respuesta porque no hay importaciones relevantes desde Haití sobre las cuales podamos ejercer retaliación.

De nada vale el pataleo o la arenga nacionalista. En el corto plazo, no hay nada que podamos hacer y recurrir a la respuesta migratoria sería peor. El gobierno lo sabe y por eso ha actuado con cautela.

Sin embargo, hay respuestas para el mediano plazo pero requieren lograr que en Haití se perciba que también ellos se benefician del comercio y que necesitan protegerlo y ampliarlo. Eso implica hacer que en efecto se beneficien, más allá de ser consumidores. Se requiere que el sector privado se involucre y que conozca a sus clientes, antes que ser simples colocadores de productos en la frontera.

Se requiere de importadores interesados en comprar en Haití, y de autoridades que no pongan trabas irregulares. Se requieren inversionistas que se atrevan a lanzar proyectos conjuntos. Se requiere de personas que conozcan personas, y que creen relaciones de confianza mutua. En síntesis, se requieren socios y aliados, antes que clientes circunstanciales. Estos son los fundamentos que permiten construir acuerdos duraderos.

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