Debemos tener siempre presente que los factores que predisponen a un ataque cardíaco o cerebral están íntimamente ligados a nuestro estilo de vida, y que haciendo pequeños cambios en nuestros hábitos podemos modificarlos. Hace 63 años, en Framingham, ciudad de 68,000 habitantes de Massachusetts, USA, el Instituto del Corazón, pulmones y sangre, comenzó un estudio prospectivo, dirigido por William Kanel, con 5,209 hombres y mujeres de 30 a 62 años, libres de enfermedades cardiovasculares, chequeados cada dos años.
Este estudio reveló un dato muy importante: los que desarrollaron enfermedades cardiovasculares tenían en común la presencia de alta presión arterial, colesterol sanguíneo elevado, tenían sobrepeso, eran diabéticos, fumadores o llevaban vida sedentaria. A estas condiciones se les identificó como los factores determinantes de los ataques cardíacos y cerebrales, y desde entonces se les reconoce como “factores de riesgo”. Mientras más factores están presentes en una misma persona, mayor es el riesgo de tener enfermedad cardiovascular.
A medida que han pasado los años se ha ido confirmando más el valor de los resultados de Framingham: la íntima relación entre las causas predisponentes al ataque cardíaco y el estilo de vida, y que la intervención de esos factores, con cambios en algunos de nuestros hábitos, nos permite prevenir los problemas cardiovasculares.