Bienal XXVIII (1 de 2)

A veces se piden boicots contra quien piensa distinto o intenta exponer de forma distinta ideas alejadas de postulados oficiales y no tan “oficiales”, éste oficial entre comillas, porque muchas veces lo oficial no es lo institucional, sino la…

A veces se piden boicots contra quien piensa distinto o intenta exponer de forma distinta ideas alejadas de postulados oficiales y no tan “oficiales”, éste oficial entre comillas, porque muchas veces lo oficial no es lo institucional, sino la guerrilla parapetada en medios de comunicación o en redes sociales digitales que les permite la democracia. Y no es bueno, pues no crea la tensión que necesita cualquier idea para poder ser vista desde varios ángulos y no caer en el dogmatismo.

En el caso de la última, y de la penúltima, y de casi todas las bienales y concursos aparece la disidencia como parte de su existencia y de su colorido. En muchas bienales aparecen los “Salva-Bienales”; aquellos que sin ser miembros de la organización reparten recetas y fórmulas maravillosas de cómo hacer una bienal. También están los “Corrige-Bienales”, que son los que a posteriori dicen qué no se debió hacer, a quién se debió o no elegir, y muchas veces hasta proponen bienales alternativas de rechazados o descontentos. Me reconozco como uno de esos en algunos casos. Y es bueno que pasen esas cosas. Eso enriquece el ambiente artístico, la discusión y al final el público sale ganando porque se produce más y se habla más sobre arte. Porque en las contradicciones de nuestra naturaleza humana está el pensar racionalmente y el actuar insensatamente y viceversa, como creo que dijo Anatole France alguna vez.

Pero lo que no está bien es que se proponga boicotear una bienal, en este caso una de las bienales más antigua en América, porque no se está de acuerdo con el jurado, con el comité organizador o con las bases. Peor aún, boicotearla antes de conocer las bases, el comité organizador y al jurado. Y peor aún es boicotearla quienes alguna vez han ganado premios que se basaron en que el jurado de turno estaba acorde con sus conceptos de arte, de bienales, de organización. Si ganaron en base a eso, quiere decir que otros que pensaban distinto se quedaron fuera de la selección y de los premios. Querer imponer una idea o concepto mediante el boicot destructor es la típica conducta del “Después de mí el diluvio”. Es prepotente, antidemocrático, antiartístico y anticuado. Las bienales son concursos de arte en el que se va a ganar o a perder un premio; pero no a perder la calidad o no del artista. Es una premiación no la consagración. La consagración se obtiene con el trabajo, con la calidad, y eso sólo se lo da el artista mismo cuando expone, no cuando boicotea. Somos tan limitados, que creemos tener la razón siempre.

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