El pasado mes de abril, la Organización de las Naciones Unidas logró reunir a 175 países del mundo para firmar, formalmente, los puntos consensuados en diciembre del 2015 en el Acuerdo de París.El propósito principal de este convenio es detener el aumento de las temperaturas a nivel mundial con la disminución de las emisiones de dióxido de carbono y la utilización de fuentes alternativas y renovables para la generación de energía.
Los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), creado en 1988, han advertido que a finales de este siglo la temperatura global aumentará 2 grados centígrados, lo que pone en evidencia la tendencia calurosa de los últimos años y de los últimos meses.
Nos acercamos a la segunda década del siglo y ya la realidad está quedando más ajustada a lo proyectado por los científicos. Durante los primeros tres meses del 2016 se han roto los récords establecidos en el mismo período del 2015, que dicho sea de paso fue catalogado como el año más cálido desde que los organismos meteorológicos llevan registros históricos.
Pero la nueva advertencia está sobre la mesa: el presente 2016 tiene una alta probabilidad de sobrepasar al año pasado y ser designado como el año de mayor calor registrado.
Estudios recientes señalan que el aumento actual de la temperatura se está acercando a 1.5°C, a menos de medio grado del proyectado por los investigadores. Estos datos deben ser alarmantes, preocupantes y vinculantes; los efectos del aumento progresivo de las temperaturas se están sintiendo en muchas partes del planeta y la estimación es que se recrudezcan las sequías, el calor, los ciclones, las inundaciones y la pérdida de cosechas.
Definitivamente, estamos al borde del precipicio. En los últimos cinco años, las temperaturas han aumentado más que en los 166 años de archivos meteorológicos. En caso de conseguir que no se sobrepasen los 2°C pautados, las consecuencias para el planeta seguirían siendo graves.
