El Caribe y la abolición de la esclavitud

No quiero hacer elegías, no quiero conmover vuestros corazones; sé muy bien que los corazones de los legisladores suelen ser corazones de piedra. La esclavitud antigua tenía una fuente, al fin heroica, que era la guerra. La esclavitud

No quiero hacer elegías, no quiero conmover vuestros corazones; sé muy bien que los corazones de los legisladores suelen ser corazones de piedra. La esclavitud antigua tenía una fuente, al fin heroica, que era la guerra. La esclavitud moderna tiene una fuente cenagosa, que se llama la trata.¿Creéis que hay en el mundo algo más horrible, algo más espantoso, más abominable que el negrero? El monstruo marino que pasa bajo la quilla de su barco, el tiburón que le sigue husmeando la carne, tiene más conciencia que aquel hombre. Llega a la costa, coge su alijo, lo encierra, aglomerándolo, embutiéndolo en el vientre de aquel horroroso barco, ataúd flotante de gentes vivas. Cuando un crucero le persigue, aligera su carga, arrojando la mitad al océano. Bajo los chasquidos del látigo se unen los ayes de las almas con las inmundicias de los cuerpos. El negrero les muerde las carnes con la fusta, y el recuerdo de la patria ausente, la nostalgia, les muerde con el dolor de los corazones…

Seguid, seguid ese calvario. Buscad el negro en la sociedad. ¿Puede haber sociedad donde se publican y se leen estos anuncios? ¿Les daría a leer estos periódicos de Cuba el señor ministro de Ultramar a sus hijos? No puedo creerlo; no se los daría. Dicen: “Se venden dos yeguas de tiro, dos yeguas del Canadá; dos negras, hija y madre; las yeguas, juntas o separadas; las negras, la hija y la madre, separadas o juntas”. (Sensación.)

No, no podemos; de ninguna manera podemos, señores diputados, dejar de votar la enmienda que yo he presentado, enmienda que pediré que se vote nominalmente.

Grupos de esta Cámara, ¿no tenéis todos el sentimiento de humanidad? ¿Y en qué consiste este gran sentimiento que distingue a los pueblos modernos de los pueblos antiguos? Consiste en ponerse en la condición de aquellos que lloran, de aquellos que padecen. Acordémonos los que tenemos hogar de aquellos que no lo tienen; acordémonos los que tenemos familia de los que carecen de familia; acordémonos los que tenemos libertad de los que gimen en las cadenas de la esclavitud…

¡Hijos de este siglo, este siglo os reclama que lo hagáis más grande que el siglo XV, el primero de la historia moderna con sus descubrimientos, y más grande que el siglo XVIII, el último de la historia moderna, con sus revoluciones! ¡Levantaos, legisladores españoles, y haced del siglo XIX, vosotros que podéis poner su cúspide, el siglo de la redención definitiva y total de todos los esclavos! Emilio Castelar, 20 de junio de 1870 (*).

¡Qué denuncia tan valiente la de Emilio Castelar! Este político español, nacido en Cádiz en septiembre de 1832, fue uno de los grandes artífices del movimiento social en España que abogó con fervor y entusiasmo por la abolición de la esclavitud. Castelar era para mediados del siglo XIX un reputado intelectual. En 1877 llegó a ocupar la posición de presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Sus ideas políticas revolucionarias y contestarias eran publicadas en varios importantes periódicos, entre ellos El Tribuno del Pueblo, La Soberanía Nacional y La Discusión. Fue un activo militante del Partido Democrático. Se le consideraba un orador excepcional y un ferviente defensor de la libertad y la democracia. Por eso no es de extrañar sus arengas públicas en contra del modelo colonizador de España, y sobre todo, el modelo esclavista y su consecuente trata de seres humanos.

El discurso de Castelar fue el resultado de coyunturas particulares. A finales de los 60 y principios de los 70 del siglo XIX, que se había producido la máxima actividad en el comercio transatlántico de esclavos. Peor aún, en 1789 se dictó la  “Real Cédula de su Majestad concediendo libertad para el comercio de negros con las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y provincia de Caracas, a españoles y extranjeros”. (**).

Pero, como vimos en el artículo anterior, la situación de los esclavos se hizo tan dramática que comenzaron a rebelarse. Las rebeliones comenzaron a finales del siglo XVIII. Una de las mayores rebeliones fue en 1791, en la colonia Francesa de Saint Domingue. Tan difícil fue la situación para los grandes blancos franceses que se vieron en la obligación de ceder. Así, el 4 de febrero de 1794, en la Convención Francesa se votó a favor de la abolición de la esclavitud en las Antillas Francesas. El líder de la revuelta, Toussaint Louverture, aprovechó la circunstancia y proclamó la libertad de los esclavos. En 1804 la antigua colonia francesa decidió independizarse. En enero de 1804 crearon la República de Haití.

Los demás imperios se vieron en el espejo de Francia y comenzaron a hacer menos dramática la explotación, y de forma hipócrita algunos sectores comenzaron a reivindicar la condición de seres humanos de los esclavos, hasta finalmente llegar a abolir la esclavitud. Algunos datos:

1. 1803: Dinamarca prohibió el comercio de esclavos.

2. 1807: Inglaterra proclama el Abolition Act de la esclavitud, pero no produjo resultado inmediato hasta que en 1832 se aprobó la Abolición de la Esclavitud con aplicación inmediata a todas las colonias inglesas.

3. 1808: Estados Unidos prohíbe la importación de esclavos.

4. 1835: Se firma el 28 de junio en Madrid un Tratado entre España y Gran Bretaña para la abolición de la trata de esclavos.

5. 1838: Se decreta la abolición definitiva de los esclavos negros en el Caribe británico. (***).

Pero como ya vimos en los artículos anteriores, el modelo de plantaciones azucareras impuesto en el Caribe inglés, francés y holandés, se sostenía sobre la base de la sobre explotación de la mano de obra. La trata de negros era muy riesgosa. Los defensores en las metrópolis y fuera de ella, ganaban espacio. Pero los beneficios del azúcar no debían diluirse.  Había que buscar sustitutos. Entonces, como ya se presentó, comenzaron a negociar con mano de obra india y china.  Una nueva esclavitud que se vistió de nueva modalidad. Ya no eran comprados como mercancías, sino que firmaban contratos leoninos para trabajar en iguales condiciones que los negros. ¡Qué historia tan triste la de esta humanidad!

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(*) http://www.ensayistas.org/antologia/XIXE/castelar/esclavitud/
(**) José Luis Gómez-Martínez, Teoría, crítica e historia, La abolición de la esclavitud y el mundo hispano.
(***) Ibidem.

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