Introducción
1. Muy queridos hermanos y hermanas en el Señor, nos dirigimos a ustedes sintonizando con el sentir de la Iglesia en el marco del año dedicado a la Misericordia por el Papa Francisco. El actual Pontífice nos presenta este año jubilar con las siguientes palabras: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener una mirada fija en la misericordia para poder ser nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por eso que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes”
2. Esta Carta pastoral tiene como finalidad llevarles nuestro aliento y cercanía de pastores a todos aquellos hermanos que se sienten abandonados, rechazados, faltos de atención y acogida en nuestra sociedad dominicana. Dirigimos este mensaje a todas las personas de buena voluntad para hacerles la misma invitación que hiciera Jesús a sus discípulos en el Sermón del Monte: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lc 6,36).
3. Invitamos a todos a dar una mirada a la realidad que nos circunda bajo la óptica de la misericordia de Dios y responder a los males que la “desfiguran” con la aplicación de la “medicina” del amor compasivo y misericordioso del Padre.
1. ¿Qué entiende la Biblia por misericordia?
4. Las Sagradas Escrituras nos presentan la misericordia como uno de los atributos esenciales con que Dios más ha favorecido a su pueblo a lo largo de la historia salvífica. De hecho, Dios se revela a Moisés como un “Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en amor y fidelidad” (Ex 34,6). La actitud de Dios-Padre ante la infidelidad del pueblo de Israel a su alianza es ser paciente y compasivo, perdonándolo y acogiéndolo con infinito amor y ternura, dándole la oportunidad de convertirse y regenerarse de sus faltas.
5. El término misericordia viene de dos palabras latinas: miserere que significa pobre y cor-cordis que significa corazón. Una persona misericordiosa es aquella que tiene un corazón sencillo y humilde que puede compadecerse de los demás.
6. El Antiguo Testamento usa dos términos para hablar de misericordia: rehamîm, que describe el apego de una persona hacia otra, como el amor de entraña que siente una madre por su hijo, y hesed que significa firmeza, fidelidad, decisión. La Biblia traduce estas dos palabras de diferentes formas como: misericordia, amor, ternura, piedad, comprensión, clemencia, bondad.
7. El pueblo de Israel hizo experiencia de este amor misericordioso de Dios en Egipto, cuando suscitó a Moisés para librarlo del yugo opresor: “He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas, me he fijado en sus sufrimientos” (Ex 3,7).
8. Israel no pudo mantener este pacto de fidelidad a la Alianza y la rompió varias veces, sin que ello fuera causa para que Dios se olvidara de su promesa. Siempre tuvo compasión de su pueblo. El mejor ejemplo se da con la misericordia que tuvo con David, a quien quiso y perdonó con infinita misericordia, después que éste se arrepintió de sus graves pecados (cf. 2 Sam 11, 12,13a). Dios mantiene siempre su fidelidad hasta el punto que envía a su propio Hijo para sellar con su pueblo la Nueva y definitiva Alianza.
9. En los Evangelios abundan los ejemplos en los que Jesús en sus encuentros con los pecadores les anuncia la verdad, remedia sus males, pero siempre con el mandato de no volver a pecar. Así ocurrió con Zaqueo (Lc 19,1-10); con la mujer adúltera (Jn 8,1-11) y la mujer samaritana (Jn 4,5-29).
10. Observando, por ejemplo, el Evangelio de Lucas nos damos cuenta que la misericordia de Jesús se expresa en obras concretas. El samaritano muestra su compasión acercándose y vendando las heridas del hombre que había sido agredido por los bandidos. Asume el problema del desdichado haciéndolo suyo, olvidándose de sus propios planes. Distinta fue la actitud del sacerdote y el escriba que, apoyados en sus propias leyes, podían dar múltiples razones para justificar su indiferencia. Esta parábola (Lc 10,30-37) y las que aparecen en Lucas 15, evidencian que la misericordia no deja las cosas como estaban: saca de la miseria y del pecado.
11. La misericordia no equivale a la aprobación del mal. Como nos recordará san Juan Pablo II: “El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre”. Debemos combatir el mal a fuerza de bien como dice san Pablo (Rm 12,21), pues una cosa es juzgar al pecador y otra rechazar su pecado.
12. La misericordia no se riñe con las leyes, sino que regenera lo que la justicia no está en condiciones de lograr por sí misma. Es decir que “…la estructura fundamental de la justicia penetra siempre en el campo de la misericordia. Esta, sin embargo, tiene la fuerza de conferir a la justicia un contenido nuevo que se expresa de la manera más sencilla y plena en el perdón”.
13. En la Bula de convocatoria de este año jubilar, el Papa Francisco dice que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”, con lo que nos marca el camino y el paradigma para conocer y explicitar los contenidos de la misericordia: Cristo es el camino y sus obras son el contenido y el método de la misericordia.
2. La misericordia en las enseñanzas del Papa Francisco
14. No podemos referirnos a este tema dejando de lado el pensamiento del Papa Francisco sobre el mismo. Este ha sido, sin lugar a dudas, uno de los temas claves de las enseñanzas del Papa Francisco desde los inicios de su pontificado. El Santo Padre ha aprovechado todos los escenarios para invitar a encarnar esta virtud en los diversos ámbitos de la vida, no limitándose sólo al plano espiritual o pastoral, sino también en el aspecto social, familiar, económico, cultural y político. Su insistencia es que todas las realidades sean iluminadas bajo la luz del rostro misericordioso de Dios.
15. El Papa Francisco nos invita a todos a vivir bajo el dinamismo de la misericordia: a los sacerdotes en el confesionario y en las más diversas actividades pastorales, a los padres de familia, a los jefes de Estado, a las familias religiosas, a los profesionales, en fin, a todos los hijos de Dios.
16. La centralidad de la misericordia en el ser y el quehacer de la Iglesia ha sido expresado por él de diferentes maneras. Sus expresiones, en las catequesis de las Audiencias generales semanales, en el rezo del Ángelus dominical, en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, en sus homilías y en todas sus enseñanzas, nos ponen en perfecta sintonía con la fuerza y la originalidad de su pensamiento sobre la misericordia.
17. El actual Sucesor de Pedro ha dicho que la misericordia es el bálsamo amoroso de Dios para con los pecadores, los pobres, los amenazados y marginados de la sociedad y nos recuerda que “la misericordia es el corazón de Dios. Por ello debe ser también el corazón de todos los que se reconocen miembros de la única gran familia de sus hijos; un corazón que bate fuerte allí donde la dignidad humana —reflejo del rostro de Dios en sus creaturas— esté en juego. Jesús nos advierte: el amor a los demás […] es la medida con la que Dios juzgará nuestras acciones. De esto depende nuestro destino eterno”.
18. El Papa hace un insistente llamado a los sacerdotes invitándolos a humanizar el sacramento de la reconciliación, por constatar que algunos sacerdotes dejan de lado el mandamiento del amor compasivo y misericordioso de Dios. También ha exhortado repetidamente a los sacerdotes a “ser misericordiosos en el confesionario”, indicando que “uno podrá ser un buen hombre o una buena mujer, pero si no sabe perdonar no es cristiano”.
3. Realidades de nuestra sociedad que claman misericordia
19. Las parábolas del juicio final (cf. Mt 25,31-46) y del “padre misericordioso”[1], (Lc 15, 11-32) son una invitación directa de Jesús a responder, desde el amor, a las situaciones límites que marginan a los seres humanos. En el relato de estas parábolas, Jesús pide dar de comer al hambriento, dar techo a los sin techo, vestir al desnudo, acoger al forastero, visitar a los enfermos y a los presos, perdonar y acoger al hermano que se ha equivocado.
20. El cristiano no puede estar despistado del horizonte del Evangelio, distraído con los “fuegos artificiales” de la mundanidad. Por eso, nuestro horizonte debe ser el de pensar, vivir y actuar como Jesús, compasivo y misericordioso ante los reclamos de nuestro pueblo.
Conclusión
CERTIFICO que he transcrito literalmente en esta primera parte los #1-20 de la Carta Pastoral sobre la Misericordia de la Conferencia del Episcopado Dominicano.
DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los doce (12) días del mes de enero del año del Señor dos mil dieciséis (2016).