En medio de esta situación, lo último que debe ocurrir es un enfrentamiento en el Congreso Nacional, no entre bancadas de diferentes partidos, que sería normal, o quizás al interior de legisladores de una misma organización, que tampoco sería extraño a la cultura política dominicana, sino entre diputados y senadores.
Hay celos muy manifiestos. Los diputados, por no decir algunos, se quejan de que los senadores los tienen a menos, que no aprecian sus iniciativas, no importa cuán importantes sean. Las reciben, porque no tienen alternativa, y las ponen a dormir el sueño eterno.
Como es de esperarse, senadores han rechazado ese punto de vista, y entienden que los proyectos se caen dentro de la misma dinámica de las cámaras. El artículo 99 de la Constitución detalla muy bien el trámite que debe seguir una pieza y no se entiende porqué no lo agotan.
Los legisladores, de las dos cámaras, deben revisar sus agendas, porque no sólo mandan otra señal negativa, sino por elemental sentido común, y por lo más importante, por la salud institucional.
Asumimos que de por medio está una cuestión de liderazgos. De las cabezas de las cámaras, de los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados.
Tienen que reunirse y ponerse de acuerdo, porque no se concibe que estemos ante lo que podría ser un boicot, que conduciría a una parálisis congresual.
Es muy sencillo. La misma competencia del Senado le es propia a la Cámara Baja. El Congreso es bicameral y tienen que hacer que los asuntos fluyan como está previsto en la Constitución y en los reglamentos de ambos órganos.
Que cambien de actitud es esencial. A estos legisladores, que fueron elegidos para trabajar durante seis años, les quedan cuatro. Imagínense lo que esperaría a la Nación con un escenario en el que se habla de estas cosas.
En vez de estar con esa actitud, deben ponerse de acuerdo, porque hay muchos asuntos importantes pendientes, y otros por llegar.