Cézanne se corona como el más caro de todos

La familia real de Catar ha adquirido la obra «Los jugadores de cartas» (1890), la célebre…

Cézanne se corona como el más caro de todos

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La familia real de Catar ha adquirido la obra «Los jugadores de cartas» (1890), la célebre pieza creada -hasta en cinco ocasiones- por el francés Paul Cézanne en unos 191.6 millones de euros.

Los dos campesinos de Aix-en-Provence inmortalizados en esta joya de la pintura postimpresionista, se han convertido en los protagonistas de la obra más cara de la historia entre las vendidas de forma pública y que, según los expertos, redibuja la estructura del mercado del arte.

El cuadro pertenecía al millonario griego Yorgos Embiricos, quien, según rumores, se divertía rechazando ofertas.

El Museo Nacional de Catar, donde se presume acabará colgado el cuadro, alberga ya «rothkos», «warhols» y «hirsts».

Se dice que la adquisición de este «cézanne» responde a una estrategia del emirato de Catar, quien pretende situar la ciudad de Doha a la altura de París o Nueva York, en materia de arte.

Lo que ahora no está bien claro cuál es el «número dos» en esa clasificación, porque no siempre dichas ventas son confirmadas por la casa de subastas. Sí que fue pública la venta de un «picasso», en 2010, titulado Desnudo, hojas verdes y busto: alcanzó los 81,9 millones de euros.

Sobre la obra. Durante la década de 1890 Cézanne pintó una serie de cuadros con la temática de los jugadores de cartas, siendo este lienzo el más famoso de la serie. Los protagonistas de las telas son los campesinos de Aix. Las fuentes de inspiración empleadas por Cézanne posiblemente fueran los jugadores de cartas pintados por Le Nain y Chardin.

Las dos figuras se sientan a ambos lados de una pequeña mesa sobre la que apoyan los codos. Una alta botella nos da paso hacia la cristalera del fondo, por la que se intuye un abocetado paisaje. Los dos hombres están concentrados en el juego, interesándose el maestro en captar sus expresiones, y se presentan con los típicos sombreros de las clases sociales humildes de la Provenza. El espectador se convierte en uno de los frecuentes observadores que contemplan estas partidas en las tabernas, al situarnos el maestro en un plano cercano a la escena y no hacer apenas referencias espaciales. La iluminación artificial se manifiesta en las sombras, especialmente en el reflejo blanco de la botella.

Pero una vez más, el protagonista del lienzo es el color que inunda todos los rincones de la tela. El hombre de la derecha viste una chaqueta de tonalidades grises amarillentas que tiene su continuidad en el pantalón de su compañero, vestido éste con una chaqueta de tonalidades malvas que se mezclan con diversos colores. El fondo se obtiene gracias a una mezcla de tonos aunque abunden los rojizos, en sintonía con la mesa y el mantel. La aplicación del color se realiza a base de fluidas pinceladas que conforman facetas, elementos identificativos del cubismo.

A diferencia del impresionismo del que Cézanne parte, en este trabajo prima el volumen y la forma sobre la luz, obteniendo ese volumen gracias al color en estado puro. De esta manera, el objetivo del maestro provenzal -conseguir que el impresionismo sea un arte duradero como el que se expone en los museos- se ha alcanzado. (Fuente consultada para dicho análisis: www.artehistoria.com).

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