La ciudad imposible

Buenos Aires. Una de las exposiciones más interesantes en la primera jornada de la Cumbre Mundial de la Comunicación Política  fue la de Toni Puig, reconocido como el “Gurú de las Ciudades”. Habló durante más de una hora, sin aburrir, sobre&#82

Buenos Aires. Una de las exposiciones más interesantes en la primera jornada de la Cumbre Mundial de la Comunicación Política  fue la de Toni Puig, reconocido como el “Gurú de las Ciudades”. Habló durante más de una hora, sin aburrir, sobre “la revolución pendiente en Latinoamérica”, que para él es la revolución de las ciudades. Para él las ciudades son el núcleo básico del país y deben ser el centro de la atención porque en ellas organizan sus vidas las personas. Una sociedad es principalmente una red de ciudades y el objetivo de la revolución que predica es convertir los grandes asentamientos humanos en lugares acogedores para la gente; y afirma que para esto los ciudadanos deben colocar al frente de sus ciudades a dirigentes capaces, visionarios, comprometidos  y honestos, dispuestos a conducirlas en función de las personas. Para Toni lo primero es la gente.

Trajo su mensaje provocador a la capital argentina, donde organizan sus vidas más personas que todas las que tenemos en República Dominicana, y cuatro veces más que en Santo Domingo, ocupando un espacio igual o más al que tenemos desde Haina a Boca Chica.

Estas ideas tienen mucho sentido para Dominicana. Más de un tercio de nuestros 10 millones de habitantes residen en el gran Santo Domingo y Santiago; y superamos la mitad de los dominicanos, si sumamos a La Vega, San Francisco, Puerto Plata, La Romana, San Pedro de Macorís e Higüey. ¿Viven estos dominicanos en ciudades acogedoras, agradables, limpias y seguras con servicios adecuados? ¿Tienen estas ciudades alcaldes capaces, visionarios y comprometidos para los cuales lo primero es la gente?

Este martes, a las 9:00 de la noche, caminaba por la avenida Independencia de esta ciudad, bajo una llovizna, para ir a un restaurante ubicado a cinco cuadras, comparaba a Buenos Aires con mi ciudad, Santo Domingo, y me preguntaba si viviendo en el corazón del Piantini caminaría a esa hora de la noche las cinco cuadras que separan de mi apartamento salas de cine, restaurantes o las concurridas plazas comerciales del llamado polígono central. La respuesta es obvia, porque transitaría por calles oscuras, solitarias, con aceras rotas y estrechas, en muchos casos convertidas en parqueos, con abundante basura, sin vigilancia policial ni esperanza de recibir auxilio si me veo en apuros.

Es que, contrario a lo que recomienda Toni, en Santo Domingo los partidos políticos han decidido entregar nuestra ciudad a comberos, programeros o cómicos, que saben hacer cuentos, chistes mojosos, bailar y cantar pero -como era de esperar- no llegan siquiera a mediocres al dirigir nuestra gran capital que en vez de acogedora y atractiva han convertido irresponsablemente en un imposible lugar donde cada vez es más difícil vivir,  casi un vómito urbano.

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