Condescendencia para el Presidente

El expresidente Leonel Fernández dio un discurso hace unos días en el que trató de justificar el hoyo fiscal que dejó como…

El expresidente Leonel Fernández dio un discurso hace unos días en el que trató de justificar el hoyo fiscal que dejó como grave problema al país y como inmenso desafío a su sucesor. Se trata de un déficit fiscal consolidado del sector público que se proyecta en un 8.5% del producto interno bruto para este año.

Fernández habló de un grupo de factores que según él escaparon del control gubernamental, especialmente la caída de los ingresos tributarios. Sin embargo, esbozar bajas recaudaciones fiscales como causal del déficit fiscal no es un argumento nuevo, sino una excusa trillada a la que usualmente recurren muchos políticos del mundo para justificar malas decisiones.

Los genios económicos del Gobierno pasado debieron prever, por ejemplo, que medidas como gastar en ciertas obras de infraestructura eran financieramente insostenibles, o que si las últimas ocho reformas fiscales no dieron resultado, porque prevalecía el estancamiento de la presión fiscal, la novena reforma durante su gestión debió realizarse con criterios diferentes.

Omitió el expresidente algunos temas cruciales que debieron ser tratados en su disertación, como la denuncia del Fondo Monetario Internacional (FMI) del impresionante aumento del gasto público en un 40% tan sólo en el último año, o de la falta de transparencia que ha permitido ocultar con facilidad el desvío de tantos fondos hacia las redes de la corrupción.

El discurso no dio explicaciones sobre el clientelismo, el derroche, o por qué estamos en las peores posiciones en todo el mundo, de acuerdo al Foro Económico Mundial, en favoritismo, sobornos y en el despilfarro de fondos públicos, lo que indiscutiblemente guarda una cercana relación con el déficit fiscal que dejó el pasado Gobierno.

Tampoco dijo Fernández por qué su Gobierno gastaba tanto en una inoperante y abultada nómina estatal que incluía 334 viceministros, 1,163 diplomáticos y hasta cargos innecesarios y ridículos como un asesor en embellecimiento o un asesor en leguminosas.

Lo cierto es que tiene un reto importante el presidente Danilo Medina tras haber heredado un Estado quebrado por los anfitriones de una fiesta a la que ni siquiera lo invitaron. Por eso es tan importante conceder al Presidente un tiempo prudente, sin juzgarlo, para llevar a cabo su plan, que tiene que comenzar por las medidas menos populares pero más necesarias para poder ejecutar todo lo demás que prometió en campaña.

Incluso, los opositores, por justicia y decoro, deberían ser más condescendientes con quien apenas ha tenido tres meses para comenzar a limpiar tantos desaciertos de los últimos ocho años.

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