El Poder Legislativo suele ser muy criticado. A veces por desmedidas pretensiones de aumentos de los beneficios de sus miembros. Y rutinariamente se dice que trabajan poco, o que no se aplican con la calidad que requiere su delicada labor. Asimismo, existe una creencia muy extendida de que pocos conocen el contenido de las piezas que aprueban, y que sólo los comisionados trabajan con dedicación.
¿Qué tan justos o injustos pueden ser esos señalamientos sobre el desempeño de los miembros del Congreso? Vamos a dejar que cada quien se forme su propio juicio, pero hay que admitir que en los últimos tiempos los señores legisladores han mejorado.
Sin embargo, en la cultura política criolla, pesa mucho la tradición y la fuerza de la historia, y para estos tiempos de elecciones lo que suele ocurrir es que los órganos legislativos bajan su productividad, porque sus miembros concentran mucha atención en los trabajos de sus partidos.
Y es comprensible que lo hagan, porque es parte de sus obligaciones como políticos, pero la sociedad les ha encomendado la misión de legislar, y esa sigue siendo su principal responsabilidad. Los legisladores tienen un montón de iniciativas pendientes. Incluso, normas que han debido aprobarse por mandato constitucional. A consecuencia de ello, en la pasada legislatura perimieron proyectos tan importantes como el de la Cámara de Cuentas, la Ley de Partidos Políticos y la Ley de las Fuerzas Armadas. Ahora, los diputados sólo sesionarán los martes.
En el Senado, hay importantes piezas pendientes, pero esa Cámara aún no inicia sus trabajos. Si bien la Cámara de Diputados ya definió sus prioridades, decenas de iniciativas esperan, algunas de ellas de mucho valor para la institucionalidad.
En fin, que el Congreso haría bien si se concentra en jugar el papel que le corresponde. Que aunque sus miembros “hagan política”, las horas útiles las dediquen en lo que espera la sociedad, y no en trapisondas politiqueras que sólo sirven para degradar su imagen.
