Sabio el adagio que reza “quien se lleva de consejo muere de viejo”. Ser testarudos hasta nunca escuchar una sensata advertencia, puede pagarse con lágrimas. “Si me hubiera llevado de mi mamá…” es un lamento común.
En el reverso, ningún adagio llama a obviar “consejos” que arrojan dudas sobre nuestra capacidad para asumir roles distintos en lo laboral o personal. Algunas personas nos enmarcan solamente conforme lo que hemos sido o somos.
Si barberos, no nos imaginan como el psicólogo bien calificado que queremos ser. Bajo esa fijación, nos descalifican y desestimulan. En esos casos el consejo infalible siempre vendrá de nuestro corazón: creer en nosotros mismos y seguir nuestro sueño. l
