Contaminación cloacal de las aguas urbanas

No hay que hacer grandes esfuerzos intelectuales para convencer a la sociedad dominicana de que cuando las ciudades de Santo Domingo y Santiago de los Caballeros fueron fundadas a orillas de los ríos Ozama y Yaque del Norte, respectivamente, aquellos&#82

No hay que hacer grandes esfuerzos intelectuales para convencer a la sociedad dominicana de que cuando las ciudades de Santo Domingo y Santiago de los Caballeros fueron fundadas a orillas de los ríos Ozama y Yaque del Norte, respectivamente, aquellos ríos eran caudalosos, limpios, puros y cristalinos, y que por tales motivos los colonizadores escogieron las márgenes de estos ríos para establecer sus principales asentamientos humanos de ayer, los cuales siguen siendo nuestros principales asentamientos humanos de hoy, pues desde la antigüedad hasta hoy el primer aspecto a considerar para emplazar cualquier comunidad es el suministro de agua potable.

En aquel entonces no era necesario potabilizar las aguas de esos ríos, porque se sabía que todo el territorio insular era una extensa y densa selva tropical, donde la extraordinaria cantidad de lluvia anual, y la ausencia de grandes asentamientos humanos, agrícolas e industriales, garantizaría agua potable durante siglos.

Sin embargo, el tiempo fue pasando hasta llegar a la segunda mitad del siglo 20, donde la explosión demográfica, el crecimiento de la pobreza, la migración forzada desde las áreas rurales hacia las áreas urbanas, la insuficiencia de soluciones habitacionales de bajos costos, el crecimiento industrial no regulado, la agricultura fertilizada químicamente, la industria pecuaria emplazada en cualquier lugar, la falta de alcantarillados y la ausencia de regulaciones sobre correctos usos de suelos y aguas, provocaron que los ríos que antes nos suministraban el agua para tomar se convirtieran en receptores de todo tipo de contaminación química y bacterial.

Durante las últimas décadas, casi todos nuestros ríos han sido vistos como lugares ideales para “informales” asentamientos humanos marginales, asentamientos que, al carecer de servicios sanitarios básicos, se convirtieron de inmediato en grandes focos de contaminación orgánica bacterial, y esta contaminación fue incrementándose en la medida en que los núcleos urbanos fueron creciendo sin suficientes alcantarillados sanitarios, ni plantas de tratamiento de aguas servidas, motivando que también el urbanismo “formal” comenzara a enviar sus aguas cloacales, de manera “informal”, hasta el mismo cauce del río donde crece descontroladamente el urbanismo “informal”, y el terrible resultado cloacal hoy no se puede negar.

Hoy no hay que hacer grandes esfuerzos intelectuales para convencer a toda la sociedad dominicana de que el principal problema ambiental de la República Dominicana es la severa y creciente contaminación cloacal que se evidencia en todos los ríos de todas las ciudades grandes, medianas y pequeñas, pues ya todos sabemos que la falta de plantas de tratamiento para las aguas servidas (domésticas, industriales y pecuarias), o la infuncionalidad de las pocas plantas existentes fruto de las bajas inversiones en saneamiento básico, provocan que los desechos sanitarios urbanos, los desechos orgánicos pecuarios, y los desechos químicos industriales, sean vertidos de manera directa en cañadas, arroyos y ríos, degradando extraordinariamente la calidad de las aguas, ante la mirada indiferente de todas las autoridades, de todo el empresariado, y de toda la sociedad.

Por tal razón, ya nadie se atreve a tomarse un vaso de agua extraída de manera directa en cualquier río urbano del país, pues la carga bacterial es tan alta, que el agua de nuestros ríos se ha tornado muy peligrosa, y tomarla contribuye a la multiplicación de las denominadas enfermedades hídricas, tal y como ha ocurrido recientemente en gran parte de la provincia de Santiago de los Caballeros, y en otras provincias del Cibao, donde se ha reportado que cientos de niños han sido llevados al hospital infantil de Santiago afectados por vómitos y diarrea.

La alarmante contaminación cloacal de las aguas que pasan por los núcleos urbanos, donde la gente utiliza los cauces de los ríos y arroyos como drenajes cloacales, pone en peligro el futuro abastecimiento de agua para nuestra población creciente, y por ello se requiere, de manera urgente, la firme intervención del Presidente.

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