Contener las pasiones

Los enfrentamientos del miércoles recién pasado, entre adeptos del doctor Leonel Fernández y miembros de la prensa nacional, ponen en evidencia el excesivo nivel de intolerancia en que han caído determinados actores de la sociedad y el bajo nivel&#823

Los enfrentamientos del miércoles recién pasado, entre adeptos del doctor Leonel Fernández y miembros de la prensa nacional, ponen en evidencia el excesivo nivel de intolerancia en que han caído determinados actores de la sociedad y el bajo nivel al que ha descendido el debate político en la República Dominicana. Era una confrontación previsible, desde el momento en que organizaciones opuestas al expresidente anunciaron que realizarían una manifestación frente al hotel donde fue celebrado un encuentro organizado por jóvenes empresarios, interesados en aportar a la formulación de políticas públicas en temas prioritarios para el desarrollo sostenible e impulsar el bienestar general de los ciudadanos.

Desde cualquier cariz, fue un espectáculo penoso, vergonzante y reprochable ver a periodistas, reporteros gráficos y supuestos de Leonel enfrentados, en una lucha cuerpo a cuerpo, cegados por las pasiones, el desenfreno y el desatino.

Las tétricas escenas revivieron épocas de intolerancia política ya superadas y deben llamar a la reflexión no, solo a los involucrados, sino también a la sociedad completa, sobre la necesidad de una actividad político-partidaria más sana, propositiva, que procure el bien común y no reducirla a un simple juego de intereses corporativos o individuales.

Los enemigos del exmandatario no convocaron una simple manifestación de rechazo, fue un plan bien orquestado dirigido a deslucir la actividad e irrespetar al tres veces presidente. Ahora se lavan las manos como Judas, culpando a quienes llaman “paleros” de Leonel.

Son los mismos que, escudados en el “periodismo independiente” utilizan el sagrado derecho a la libertad de expresión como arma política, como patente de Corzo para zaherir, para vituperar y proferir acusaciones infundadas contra el expresidente, era previsible que los ataques despiadados desatarían los demonios en los seguidores del líder peledeísta.

La ardorosa lucha contra la corrupción es solo esa una excusa barata, baladí, tan frágil y tan ingenua que no convence ni a un recién nacido. No es necesaria una inteligencia proverbial para advertir los fines que motivan a los protagonistas de esa emboscada comunicacional: procuran inhabilitar políticamente a Leonel e imponer a un candidato de laboratorio, ante la imposibilidad de la oposición para construir una opción de consenso capaz de desalojar al PLD del poder.
Fuera de buscar culpables, lo vital es meditar en las enseñanzas de esos hechos deleznables. Es imperioso estructurar un discurso político de altura, retomar el equilibrio, la mesura y el respeto, como el camino expedito para fortalecer el sistema democrático e institucional, como garante de la convivencia pacífica, el país lo necesita y lo merece.

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