La expansión de las comunicaciones y la apertura de los mercados, lo mismo que los negocios en sus más variadas expresiones, están acompañadas de capitales, decentes y sucios.
Los países andan detrás de los capitales, pero difícilmente logran librarse de los que vienen del bajo mundo. La República Dominicana no escapa a esa realidad.
Su ubicación geográfica es útil para los buenos y para los malos negocios.
También la debilidad institucional y la corrupción abonan los propósitos de quienes utilizan este territorio como destino o tránsito de sus operaciones.
Todo eso se confirma con el operativo exitoso del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), que desmanteló una poderosa red internacional de criminales. Asombra la diversa gama de medios y bienes con que contaban.
Todo eso no puede establecerse sólo con las habilidades de esos traficantes.
Cuentan siempre con la complicidad local. Y qué interesante que fue el DNI, sin la presencia de los agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD).
Antes, el gran riesgo del narcotráfico eran los jóvenes potencialmente consumidores. Era la amenaza a la sociedad. Hace un buen tiempo que eso dejó de ser así. Es la seguridad del Estado lo que está bajo amenaza, como lo ha vivido Colombia y la mayoría de los países sometidos a la violencia, dramáticamente, Centroamérica y México.
Es alentador que una agencia como el DNI esté trabajando en esta dirección. Pensamos que como órgano esencial para la seguridad del Estado, puede continuar colaborando para enfrentar el crimen internacional.
También puede ayudar a prevenir la corrupción de uniformados de las diferentes agencias. También puede dar seguimiento al enriquecimiento ilícito de funcionarios gubernamentales.
En todo eso se requiere una fuerte voluntad del presidente Danilo Medina, que la tiene, con un apoyo vigoroso de la jerarquía de las Fuerzas Armadas. l
