Introducción:

Esta “Crónica de un testigo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2011” en el caluroso mes de agosto, en Madrid, presidida por el Papa Benedicto XVI, la haré en varias entregas. Como en otros trabajos, que he ofrecido, cada entrega se sostiene por sí misma, y puede ser leída independientemente, aunque, evidentemente, la visión completa la dará el conjunto de artículos.

Voy, sencillamente, a plasmar por escrito episodios o hechos vistos y oídos por mí, que me parecen interesantes, que invitan a reflexionar y que nos dejan alguna lección.

1. JÓVENES POR TODAS PARTES

Cuando llegué a Madrid para la JMJ 2011 a eso de las 2:00 de la tarde del 17 de agosto, me recibió un joven sacerdote, el padre Rodrigo Hernández, en cuya Casa Curial me habría de hospedar. Él era Vicario de la Parroquia Nuestra Señora del Aire, presidida por el Párroco  Pedro Pérez y, además, responsable de la organización de los 300 actos culturales, preparatorios de la JMJ. Me dijo: “Vamos a almorzar a un sitio tranquilo, en las afueras de Madrid, donde no encontraremos ningún joven de la JMJ, porque me los encuentro por todas partes”.  Así lo hicimos.

Pero, he aquí que, al salir, entraba un grupo de jóvenes, muchachos y muchachas. Al verme, me saludaron efusivamente. Eran italianos, de Verona. Los acompañaba un joven sacerdote. En el grupo había también dos seminaristas. Pasé un rato ameno dialogando con ellos. Entre otras cosas, me dijeron que sólo de Verona vinieron unos 2,000 jóvenes y de toda Italia más de 120 mil.

Después de esta primera experiencia, descubrí que, en verdad, toda Madrid estaba llena de jóvenes.  Usted los podría encontrar por todas partes y hablar con ellos en cualquier idioma. No pude dejar de tomarle el pelo a mi joven amigo sacerdote, diciéndole: “Veo que no escaparás de los jóvenes en ningún rincón de Madrid en estos días”.

2. COMIDAS EN RESTAURANTES

En ese primer almuerzo descubrí que los organizadores de la JMJ 2011 establecieron un sistema de tickets para las comidas del mediodía y de la cena, que permitía a los participantes acudir a los más variados restaurantes de Madrid, con un menú fijo, a un costo de 6.50 euros cada vez, prepagado.

Esto permitió a los jóvenes y a otras participantes, moverse con toda libertad en la ciudad sin sentir la necesidad de acudir a un lugar determinado para la alimentación diaria:  lo podían hacer en cualquier parte o a cualquier hora y con mucha dignidad.

Además de ser sumamente económico para la organización, resultó muy beneficioso para los muchos negocios madrileños: oí decir a dueños de restaurantes que en agosto siempre cerraban, pero que en este agosto 2011 pudieron abrir sus puertas  para esos días, confesando que les había ido muy bien, desde el punto de vista financiero.  Que la JMJ realmente había aportado también a la economía española y, además, que por el modo de organización había podido llegar a muchas empresas, pequeñas y medianas. Todos salieron beneficiados.

Lo que se dice del sistema montado para la alimentación vale también para el transporte público.

3. LAS NOCHES PREVIAS

Esa misma noche, después de dejar mis cosas en mi habitación, me fui a la Plaza España, que estaba de bote en bote, para hablar a unos cinco mil reunidos allí para “Un Concierto, reflexión y oración”.  Me correspondió hacerlo hacia las 9:00 p.m.  El texto de mi intervención fue publicado en la edición de El Caribe del sábado 27 de agosto.

Se me pidió, luego de mis palabras, que invitara a un largo rato de oración delante del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, el Cuerpo de Cristo bajo las especies de pan, sacado de un Sagrario y colocado allí en la plaza pública.  No puedo dejar de decir que me impactó ver aquella multitud de jóvenes, hacía poco cantando y danzando música religiosa, ahora de rodillas y en absoluto silencio para hablar con Jesucristo adorarle y cantarle alabanzas. Aquel mar silencioso de jóvenes, antes bulliciosos, mostraba a cualquiera de que algo muy profundo habitaba en ellos y de que su relación con Dios no era superficial.

Cuando terminara este acto de oración, los sacerdotes que estaban allí presentes debían reunirse con los laicos organizadores y conmigo para cenar juntos. No pudieron venir de inmediato:  Nos encontramos dos horas más tarde, porque un río de jóvenes se acercó a ellos para confesarse y abrirles el corazón. Este tiempo dedicado a confesiones no estaba en el programa.  Surgió espontáneamente de los jóvenes mismos y, sin lugar a dudas, desde su interior.

4. TESTIMONIO DE VARGAS LLOSA

En su habitual columna dominical en El País, el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, señaló que el éxito de la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Madrid hace evidente que Occidente necesita del catolicismo para subsistir.

En su artículo, Vargas Llosa, que se declara agnóstico y contrario a las enseñanzas de la Iglesia, elogia el espectáculo de Madrid «invadido por cientos de miles de jóvenes procedentes de los cinco continentes para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud que presidió Benedicto XVI». Creo que su testimonio refleja muy bien mi experiencia y la completa en cierta manera.  Lo recojo de la relación hecha por ACIS Prensa en su página de Internet, fechada del 30 de agosto 2011.  Hela aquí:

“En su artículo, titulado «La fiesta y la cruzada» y recogido también en su edición de ayer por el diario vaticano L’Osservatore Romano, Vargas Llosa, nacido en el Perú pero también de nacionalidad española, afirma que la JMJ fue “una gigantesca fiesta de muchachas y muchachos adolescentes, estudiantes, jóvenes profesionales venidos de todos los rincones del mundo a cantar, bailar, rezar y proclamar su adhesión a la Iglesia Católica y su ‘adicción’ al Papa”.

“Las pequeñas manifestaciones de laicos, anarquistas, ateos y católicos insumisos contra el Papa provocaron incidentes menores, aunque algunos grotescos, como el grupo de energúmenos al que se vio arrojando condones a unas niñas que… rezaban el rosario con los ojos cerrados”.

Según Vargas Llosa existen “dos lecturas posibles de este acontecimiento”: una que ve en la JMJ “un festival más de superficie que de entraña religiosa”; y otra que la interpreta como “la prueba de que la Iglesia de Cristo mantiene su pujanza y su vitalidad”.

Después de mencionar las estadísticas que señalan que sólo el 51 por ciento de jóvenes españoles se confiesan católicos, pero sólo 12 por ciento practica su religión, Vargas Llosa dice que “desde mi punto de vista esta paulatina declinación del número de fieles de la Iglesia Católica, en vez de ser un síntoma de su inevitable ruina y extinción es, más bien, fermento de la vitalidad y energía que lo que queda de ella –decenas de millones de personas– ha venido mostrando, sobre todo bajo los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI”.

“En todo caso, prescindiendo del contexto teológico, atendiendo únicamente a su dimensión social y política, la verdad es que, aunque pierda fieles y se encoja, el catolicismo está hoy día más unido, activo y beligerante que en los años en que parecía a punto de desgarrarse y dividirse por las luchas ideológicas internas”.

Vargas Llosa se pregunta si esto es bueno o malo para el secularismo occidental; y responde que “mientras el Estado sea laico y mantenga su independencia frente a todas las iglesias”, “es bueno, porque una sociedad democrática no puede combatir eficazmente a sus enemigos –empezando por la corrupción– si sus instituciones no están firmemente respaldadas por valores éticos, si una rica vida espiritual no florece en su seno como un antídoto permanente a las fuerzas destructivas”.

“En nuestro tiempo”, sigue Vargas Llosa, la cultura “no ha podido reemplazar a la religión ni podrá hacerlo, salvo para pequeñas minorías, marginales al gran público”; porque “por más que tantos brillantísimos intelectuales traten de convencernos de que el ateísmo es la única consecuencia lógica y racional del conocimiento y la experiencia acumuladas por la historia de la civilización, la idea de la extinción definitiva seguirá siendo intolerable para el ser humano común y corriente, que seguirá encontrando en la fe aquella esperanza de una supervivencia más allá de la muerte a la que nunca ha podido renunciar”.

“Creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos”, concluye”.

CONCLUSIÓN

CERTIFICO: que cuanto he dicho más arriba en “Crónica de un Testigo de la JMJ” lo he visto, oído o leído.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros a los 31 días del mes de agosto del año del Señor 2011. 
† Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio es el arzobispo de Santiago

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