Cuba pos Fidel

El fallecimiento de Fidel Castro después de 50 años de lucha por un ideal y por la construcción de un socialismo que no llegó a cristalizarse en los términos soñados, obliga a Cuba a verse con más claridad y a definir el futuro, con un camino&#8230

El fallecimiento de Fidel Castro después de 50 años de lucha por un ideal y por la construcción de un socialismo que no llegó a cristalizarse en los términos soñados, obliga a Cuba a verse con más claridad y a definir el futuro, con un camino lleno de adversidades.

Cuba, fuente inspiradora de decenas de movimientos frustrados que pregonaban justicia social basada en cambios profundos en sus sociedades, logró sobrevivir moderadamente sustentable hasta la caída de su gran aliada política y sustento económico, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, para muchos empezaba a definirse un panorama distinto para Cuba. El triunfo de Donald Trump, que en plena campaña prometió al exilio cubano dar marcha atrás a todo lo que había hecho Barack Obama, llega como un golpe

inesperado que necesariamente abre un período de incertidumbre.
Hoy, cuando el liderazgo de Fidel se reduce a su tan discutido legado, después de una larga historia de combate que lo convirtió en uno de los líderes mundiales más importantes del pasado siglo, que impulsó un modelo irreductible a 90 millas del imperio norteamericano, que sobrevivió a decenas, cientos de proyectos conspirativos para eliminarlo política y físicamente, Cuba está obligada a mirar hacia adelante.

Los avances en la educación y salud, los progresos en programas vinculantes, en tecnología y ciencia, nunca han resultado suficientes para cubrir las necesidades apremiantes del cubano. La cuestión es viabilizar una economía que sigue cerrada, en la cual las principales actividades productivas o servicios dependen demasiado del Estado.

Ni siquiera el mercado interno fue progresivamente desarrollado y cuando se intentó soltar algunas riendas, como en la década de los 80, con los mercados de productores y algunas iniciativas individuales urbanas, como la apertura de pequeños restaurantes, al primer atisbo de crecimiento se impusieron restricciones incomprensibles.

La muerte de Fidel no decreta una profundización de la reforma económica tímidamente iniciada por el presidente Raúl Castro. La política seguirá gobernando la economía.

Su futuro estará signado probablemente por las tendencias predominantes en el gobierno, con un acompañamiento de los amigos que siempre ha tenido Cuba en el exterior. l

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