¿Cuestión de suerte?

La atención de los líderes de nuestra época está concentrada en la desigualdad. Y contra esa desigualdad dedican discursos y políticas. Se les oye celebrar cuando los millonarios empeoran e insistir en medidas que le quitan al que produce para…

La atención de los líderes de nuestra época está concentrada en la desigualdad. Y contra esa desigualdad dedican discursos y políticas. Se les oye celebrar cuando los millonarios empeoran e insistir en medidas que le quitan al que produce para mantener al que no. Crear prosperidad ya no es el tema, porque lo que importa es que no haya tanta diferencia entre la gente.

En el mundo ideal de los igualitarios, la autoridad moral suprema (o gobierno) confiscaría los bienes de todos y los repartiría para que el drogadicto desahuciado tenga lo mismo que el talentoso inventor. Pero como ya vieron lo que pasó en Cuba, saben que esto quebraría la sociedad. Entonces permiten que la gente “guarde algo de lo que produce”. Y a esto le llaman “justicia social”.

Los igualitarios no distinguen entre la buena y la mala desigualdad. Y sin embargo, no puede ser lo mismo la que surge por un excelente desempeño que la que es consecuencia del robo. Por esta razón, la gente admira al deportista pobre, convertido en campeón, y desprecia al senador privilegiado y corrupto. El primero merece ser desigual al resto. El segundo, debería ir preso.

Al ignorar esta diferencia, los igualitarios simplemente castigan a todo el que tiene éxito (salvo a ciertos privilegiados claro). “Aun si lo lograste con grandes sacrificios e importantes innovaciones, no lo mereces, porque has despertado la envidia de los infelices. Además, si llegaste donde estás, fue porque tuviste la suerte de nacer inteligente o con piernas rápidas. No porque hiciste algo especial”.

El sentido común sabe que hay algo muy incorrecto en esta forma de pensar. Que no es verdad que lo de Pelé y Bill Gates fue una simple cuestión de suerte. Que los atletas que compiten en las Olimpíadas han entregado sus vidas al deporte. Que en las historias de éxito abundan las noches sin dormir y la lucha perseverante.

Pero el sentido común es el menos común de los sentidos. Y para colmo, un premio Nobel de Economía y hasta el popular Obama andan defendiendo la filosofía igualitaria. Entonces la mayoría de la gente compra y aplaude sus discursos. Por insensatos que sean.

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¿Cómo sobrevivir  a bandereos o caravanas? Con lo agitada de la campaña, esas actividades se añaden como peligro en las calles.

Transeúntes casuales que quieran evitarse riesgos deben administrar sus actitudes. Si no se simpatiza con el partido apostado en nuestro camino, convendría no demostrarlo, cualquier gesto que lo denuncie podría desatar todos los demonios.

La indiferencia también tiene sus bemoles; una “cara de machete” podría ser mal interpretada por los activistas y ¡A Dios que reparta suerte! Adoptar conducta “pirata” y saludar amablemente bandereos y caravaneos de todos los partidos, suena lo más prudente, siempre y cuando los manifestantes no descubran la “hipocresía”.

Conclusión: Cuestión de pura suerte sobrevivir esas especies proselitistas

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