Santiago.-La Iglesia católica cuestionó la campaña a destiempo que mantiene arropado las ciudades con vallas con propagandas y advierte que la avalancha de aspiraciones, a la presidencia de la República y a otros puestos estatales, desborda los límites de la sensatez.
Lamenta que muchos políticos prefieran vivir en una fiesta constante, en su mundo, para no escuchar las voces de dolor de tantos ciudadanos que sufren por la carencia de tantas necesidades básicas no cubiertas, mientras los dirigentes viven en un mundo de lujos y privilegios que los aleja cada vez más de los marginados.
Indica que el pueblo necesita un respiro para trabajar y salir hacia adelante, por lo que la actividad política debe ser reglamentada.
Dice que no es posible que apenas se han cumplido 14 meses del presente Gobierno, electo en mayo del 2012, y ya se está en remolino de aspiraciones presidenciales que dispersa fuerzas y distrae el trabajo que deben hacer en búsqueda del bien común los que desean dizque sacrificarse por el pueblo.
“El visitante extranjero que llega a nuestro país pensará que las elecciones para escoger nuevas autoridades están próximas. Incluso entrará en dudas si serán antes que las de algunos países latinoamericanos, como es el caso chileno”, apunta en el editorial del semanario Camino.
Entiende que la impresión estará fundamentada en la cantidad de afiches y vallas que promueven a candidatos para las elecciones del 2016.
Lamenta cuando se trata de funcionarios del actual Gobierno la situación es más preocupante, porque éstos descuidan su trabajo, por el cual pagan todos a través de los impuestos, para convertir sus ministerios en comandos de campaña proselitistas.
Indica que con esto sepultan la eficiencia laboral de sus empleados para dar paso a las alabanzas y loas de su jefe inmediato, el cual logra una adhesión tan fuerte de sus subalternos como la hiedra a la pared.
Recuerda que una de las razones que se enarboló para unificar las elecciones congresuales y presidenciales era librar a este país del carnaval político de pasarse cuatro años en cherchas mediáticas y reuniones improductivas, además de otras manifestaciones folklóricas del quehacer político dominicano que convierten nuestros días en un jolgorio permanente.
