Cuidado con los gusanos

En estos días, cuando la historia revienta nuestras conciencias al recordarnos el golpe de Estado a Bosch y el cobarde asesinato de Amín,…

En estos días, cuando la historia revienta nuestras conciencias al recordarnos el golpe de Estado a Bosch y el cobarde asesinato de Amín, la vida nos enseña que incluso los seres extraordinarios como don Juan y Abel Hasbún son fáciles víctimas de los mediocres y malvados. Entonces: ¿Qué será de nosotros, simples mortales?

Hace tiempo leí un cuento, el cual adapto a uno de mis deportes favoritos. Todos los jueves el águila y el gusano jugaban ajedrez. El águila desarrollaba sus piezas con destreza, se apoderaba del centro del tablero, protegía su rey,  era un galán con la dama, sus torres dominaban las columnas, colocaba con precisión los caballos, sus alfiles estaban orondos en las diagonales y sus peones se comportaban como nobles.

De su lado, el gusano observaba las piezas con desdén. Su intención era distraer al águila para hacer varias jugadas al mismo tiempo. Aunque el invertebrado le hacía trampas, la majestuosa ave siempre vencía: la inteligencia y el honor se imponían a la mezquindad y a la marrullería.

Un día el gusano, cansado de sus derrotas, le dijo al águila: “Carne con plumas, pico de cotorra, vista de Borges en el ocaso, te reto a una carrera y veremos cuál de los dos llega primero a la cima de aquella montaña”. El águila en principio pensó que era una broma o el desahogo de un pigmeo moral; pero el gusano insistía: “Tienes miedo, tu cobardía no es digna de alguien que  se cree  la soberana de las alturas, la única que en belleza se compara al arco iris”. Las hirientes y cínicas palabras incomodaron al ave y aceptó el desafío, pues triunfaría con facilidad.

Los animales se dieron cita en el lugar de salida. Todos  estaban a favor del águila, porque era lógico suponer que ganaría y porque el gusano había engañado a media selva con todo tipo de artimañas. Inclusive -nadie sabe cómo- engatusó a un cocodrilo.

Al compás del rugido de un león se inició la competencia. El ave surcaba los cielos con elegancia y gallardía. Sus alas planeaban con una perfección de ángeles. Las estrellas contemplaban sus movimientos con admiración mientras se acercaba sin contratiempos al tope del cerro. “Venceré sin problemas”, concluyó. Pero cuando descendió sobre la cima de la montaña, su asombro no pudo ser mayor: allí estaba el gusano, con una risita maquiavélica, con el cuerpo sucio, el alma carcomida y el corazón marchito.

-¿Cómo llegaste primero que yo? Le preguntó el águila con voz firme.
-Muy sencillo -contestó el gusano- arrastrándome… arrastrándome…
Amigos, cuidémonos de los gusanos, que así calladitos, con la malicia por dentro, pueden destruir nuestras vidas o arruinar nuestras metas.

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