La lengua, además de ser un sensor del gusto, es un sensor del erotismo, como lo explican las investigaciones científicas sobre el beso erótico. A los que coleccionan esta columna, los remito a los artículos que escribí sobre los aspectos científicos del beso.
La lengua es el único conjunto de músculos que no se fatiga. La lengua es uno de los órganos más flexibles de nuestro cuerpo. Las papilas gustativas, órganos sensoriales, son reemplazadas cada dos semanas. La lengua es la parte del cuerpo que cura más rápidamente. Las mordeduras que nos hacemos al masticar cicatrizan en cuestión de horas. Las mujeres tienen la lengua más corta que los hombres.
Hay más de 600 tipos de bacterias en la boca, son saprofitas, no patógenas, que contribuyen al medio ecológico, y cerca del 50% de estas bacterias están en la superficie de la lengua.
No son las papilas las que nos dan el sabor exacto de los alimentos, sino que el olor, la textura, lo picante y la temperatura, por medio de otros sentidos, también contribuyen a distinguir el sabor. Si usted se pinza la nariz mientras come entonces su cerebro no percibirá el sabor a plenitud. Cuando llega a nuestra nariz el olor o aroma de las comidas “la boca se nos hace agua” debido a un reflejo que provoca la secreción de la saliva, y esta fluye por debajo de la lengua.
En los animales la lengua también tiene sus curiosidades: el perro no tiene glándulas sudoríparas en su piel y transpira a través de la lengua para eliminar el vapor del calor, por eso está casi siempre jadeando con la lengua afuera. Algunos animales tienen capacidad para atraer y atrapar sus presas por medio de la lengua.