Del entorno

Desde que surgió esta columna, ningún otro comentario había generado tanto eco en mis emails como el que hice en mi anterior entrega sobre el entorno de muchos de nuestros políticos. Además de los correos electrónicos requiriéndome identificar&#823

Desde que surgió esta columna, ningún otro comentario había generado tanto eco en mis emails como el que hice en mi anterior entrega sobre el entorno de muchos de nuestros políticos. Además de los correos electrónicos requiriéndome identificar “con pelos y señales” o “con nombres y apellidos” a algunos de los que me refiero, también mediante llamadas telefónicas y hasta en persona hay quienes me reclaman “más detalles”. Entre las reacciones a causa de ese comentario, me atrapa la de un lector que se identifica solo como Pepe Arenas, tal vez un nombre ficticio, y que se autoidentifica como “psicológo, experto en reacciones humanas”, que es realmente interesante. Lean ahí: “Leo: Tu comentario sobre el daño o beneficio que aportan a sus superiores quienes integran su entorno, no podía dar de mejor forma en la diana, justo en el blanco. Haz hecho una fotografía de lo que otros escrutadores del quehacer humano folklórico prefieren llamar “lambonismo”, aunque no siempre los del entorno actúan negativamente. Siendo justos, hay que señalar que hasta en los tiempos del Jefe hubo gente del entorno que con actuaciones prudentes llegó hasta a salvar vidas, muchas vidas. Esos, en realidad, son los menos en la cercanía de las figuras públicas, porque estar en el círculo íntimo de un político, supone en la actualidad, ejercer el poder de éste no solo en cuanto respecta al poder mismo, sino hasta en la generación de riquezas. No asomo siquiera a tener idea del(os) caso(s) que motivó(aron) tu escrito, pero supongo, por las características que cita, que ha de tratarse de un típico ejemplo de mediocridad, falta de personalidad y carácter, el del don nadie que gracias a insertarse en un entorno, mediante el uso de intrigas y acciones trepadoras, logra escalar una cota inimaginable para él, desde donde logra beneficios que jamás obtendría con su inamueblado cerebro, y cobarde y temeroso de perderlo todo en cualquier momento, toma para sí todo el terreno posible alrededor de su jefe, para hacer y deshacer. ¿Me equivoco?”. No agrego ni quito nada…

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