Delincuencia aviva el terror en Tamayo

Tamayo, Bahoruco. “Esto está que parece el Viejo Oeste. Aquí no pasa un día sin que no se arme un tiroteo”. La señora que hace la comparación de la situación que se vive en este municipio con las películas de vaqueros, tiene unos 40 años.

Tamayo, Bahoruco. “Esto está que parece el Viejo Oeste. Aquí no pasa un día sin que no se arme un tiroteo”. La señora que hace la comparación de la situación que se vive en este municipio con las películas de vaqueros, tiene unos 40 años.

Rechaza identificarse, porque tiene miedo de que delincuentes tomen represalias contra ella si se enteran que los denuncia. “Aquí matan a la gente por nada. Nunca se sabe quién fue que mató”, agrega.

Apenas se le distinguen los ojos, por la ranura de la ventana media abierta a la que se asomó cuando vio llegar a su barrio al equipo de El Caribe, el pasado viernes. Es vecina de Los Charquitos, donde la madrugada del pasado jueves tres desconocidos mataron a tiros a Nilvio Ramírez, sin mediar palabras. El hombre, de 43 años, cayó abatido en la puerta de su vivienda.

La conversación secreta con la señora fue interrumpida por los gritos que salían de la casa de Nilvio, cuyo cuerpo todavía el viernes no había sido enterrado porque la familia esperaba a unos parientes que venían el sábado de España.

Era el lamento de Dominga Ramírez, que se resistía a creer que un segundo hermano suyo también muriera de forma violenta. El primer caso, del cual no se conoció al culpable, ocurrió hace poco más de un año.

Conmocionados estaban hasta quienes no conocían a Nilvio directamente, porque, alegadamente, mataron a un hombre bueno, como han sido otras víctimas de la delincuencia en Tamayo este año.

Los vecinos dicen que era un hombre trabajador y tranquilo. Al preguntarles sobre rumores que vinculan esa muerte con narcotráfico se apresuran a desmentirlos. “Ese era un hombre serio y honesto”, dice un señor de unos 60 años, que se tapa la cara con una gorra.
El día 8 del mes pasado también desconocidos acabaron con la vida de un hombre de 40 años, mientras éste disfrutada de unas fiestas patronales en la sección Monserrat, muy cerca de Tamayo.

La gente tiene miedo de denunciar públicamente la situación de inseguridad que les atormenta. En voz baja comentan sobre la proliferación de armas ilegales, las disputas que se escenifican por problemas de drogas, los disparos al aire en las noches, los casos de sicariato y los robos de plátanos que constantemente sufren los agricultores. Lo que más preocupa en Tamayo son los asesinatos que perpetran desconocidos en plena calle y a quemarropa.

Acciones incompletas. Se expresan inconformes con la acción de la Policía. El síndico de Tamayo, Menny Cuevas, denunció que con frecuencia ocurre que la comunidad logra atrapar al delincuente y lo entregan a las autoridades, pero salen libres a las pocas horas.

Aunque algunos piden que la dotación sea removida, otros piensan que esa no es la solución debido a que recientemente designaron nuevos comandantes.

Los esfuerzos de la población por librar la batalla contra los delincuentes han sido tímidos. El año pasado la iglesia católica formó el Comité Pro Defensa de Tamayo, que reúne a representantes de todos los sectores para enfrentar la criminalidad. Sin embargo, desde abril no han vuelto a reunirse.

Las calles de Tamayo, en horas del día, se observan casi desoladas. En este municipio, de unos 46,000 habitantes, la principal actividad económica es la agricultura. En el centro del pueblo es que se nota mayor dinamismo en el tránsito y los negocios.

“Yo quiero hablar con usted, pero por favor, no me grabe con esa cámara. Podría amanecer muerto si usted me publica”, dice un señor que se dedica al motoconcho. Se sienta en un banco del parque central y empieza a narrar sus visicitudes, en voz baja, como la señora de la ventana y el señor de la gorra, así como otros residentes en Alto de las Flores y El Cacique.

La fiscal, Adria Medina, explica que el temor que la gente tiene de hablar dificulta el trabajo del Ministerio Público. Ocurren sucesos en los que nadie quiere narrar los detalles, a pesar de que todo indica que estuvieron presentes.

“Si no tenemos pistas de quienes comenten los hechos, no tenemos cómo arrojar luz. Cuando se escuchan disparos sabemos que alguien ha visto algo, pero no encontramos ningún testigo”, expresó.

El pasado viernes, el comandante de Neyba, teniente coronel Elenardo Reyes Vargas, acompañó a la fiscal en sus investigaciones sobre el caso de Nilvio, pero no ofreció detalles a la prensa. Un subalterno se limitó a decir que “se está trabajando”. En tanto que el subcomandante de Tamayo, mayor Manuel Díaz Rivas, dijo que todo está bajo control en su zona y no hay razón para sentirse asustados.

Opiniones

Adriana Medina C.
Fiscal de Tamayo

“Es una situación muy delicada. Nosotros estamos muy preocupados y necesitamos cooperación de todos para evitar que este pueblo tan tranquilo siga en esta rutina. Nos inquieta. La gente tiene temor de hablar sobre los hechos y es difícil investigar”.

Menny Cuevas
Síndico municipal

“Las autoridades policiales están prácticamente desnudas. No hay supervisión en las calles, no están provistos de las herramientas para ejercer su trabajo. Tampoco cuentan con suficientes agentes para la vigilancia”.

Paul Schildermans
Párroco de Tamayo

“Aquí hay muchas muertes impunes, porque no se ha encontrado a los responsables. Eso no quiere decir que la justicia no está trabajando, pero hasta el momento no se sabe nada. Se producen atracos y la gente no quiere salir”.

Alexandra Medina
Regidora

“Las madres están muy nerviosas, no duermen pensando que les puede pasar algo a sus hijos cuando salen. Uno se acuesta y cuando se levanta al otro día se entera que mataron a alguien y no se entera de la razón”.

Convocan a reunión

La iglesia evangélica convocó para hoy lunes, a las 2:00 de la tarde, a representantes de grupos sociales de Tamayo y a las autoridades para tratar el tema de la criminalidad que los acosa y plantear soluciones.

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