Demasiado tolerantes

Sea por causa de fanatismo, de intereses particulares, de conveniencia, pasiones políticas o  sentimientos que se colocan por encima de la razón; lo cierto es que muchas veces toleramos cosas que no deberíamos y sin darnos cuenta sentamos malos…

Sea por causa de fanatismo, de intereses particulares, de conveniencia, pasiones políticas o  sentimientos que se colocan por encima de la razón; lo cierto es que muchas veces toleramos cosas que no deberíamos y sin darnos cuenta sentamos malos precedentes que se convierten en eternos.

En nuestro país este es el pan diario de cada día.  Parecería que históricamente nos han educado para tolerar y hasta para aceptar lo que está mal hecho y a menudo se confunden las razones y la verdad. La regla es que la mayoría de los ciudadanos se incline por callar y no expresar lo que sienten respecto a situaciones, cada quien en el espacio en que actúe. Parecería que existiera siempre un temor a que decir la verdad tenga consecuencias negativas. Lo peor es que no solo se trata de un temor a disentir, sino que muchas veces se trata del servilismo y la incondicionalidad para  aceptar y aprobar lo que se le  indica; aunque se sepa que está mal o que no conviene al interés colectivo, por un mero egoísmo de preservar posiciones.

Por eso en nuestro país no solo no se ha promovido el debate de ideas sino que prácticamente se resiente.  Disentir de la autoridad es constituirse en su enemigo y hacerse merecedor de críticas y castigos, que en la sociedad de hoy día no se traducen en persecuciones políticas, sino más bien en no poder beneficiarse de lo que legítimamente le corresponde.

Si por un momento nos despojáramos de sentimientos o prejuicios tendríamos que admitir que si a un ex funcionario  el gobierno de turno de un partido contrario o hasta del propio intenta someterlo a la justicia, proliferarán las voces que denunciarán  una persecución política, sin entender que se trata de un problema cuya solución debe ser legal y no política. 

Por el contrario,  si un ex presidente y ex candidato en las más recientes elecciones, beneficiado con un  alto porcentaje de votos es expulsado de la organización política a la que pertenece por su contrincante interno; para los afectados se tratará de una traición política imperdonable,  sin importar razones. Por eso la solución será política y no legal.

Lamentablemente nuestra débil democracia sobrevive atrapada entre la demasiada obediencia de los militantes del partido oficial, más por conveniencia que por disciplina y la extrema y desordenada  disidencia del principal partido opositor; ante la mirada tolerante de la mayoría de este pueblo. Mientras las cosas no se miren desde un cristal desprovisto de pasiones y la búsqueda de la verdad y la justicia no constituyan el norte, continuaremos como país a la merced de los caprichos de los políticos. Por eso debemos  aprender como pueblo a decir la verdad de lo que sentimos, para que no sigamos  siendo víctimas del muchas veces sucio, mendaz y falso juego de la política, que tal como acontece en  otros juegos, solo beneficia a los dueños de los equipos.

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