Democratizando las herramientas de la innovación

“Ahora que el intercambio de información ha sido potenciado a través de la tecnología y las redes sociales, los emprendedores…

“Ahora que el intercambio de información ha sido potenciado a través de la tecnología y las redes sociales, los emprendedores son capaces de colaborar en el diseño y la producción de bienes, facilitando la conexión de productores con mercados”. Este es sólo uno de los muchos conceptos disruptivos de Chris Anderson en su libro Makers, The New Industrial Revolution, (o en su traducción al español: “Hacedores, la nueva revolución industrial), publicada por Crown Business en octubre.

Por años, Anderson ha venido describiendo el modo en que Internet está cambiando la forma en cómo interactuamos, social, económica y culturalmente, desde su puesto de editor en jefe de la revista norteamericana Wired. Sus últimos dos libros, The Long Tail y Free: the Future of a Radical Price, han generado nuevas miradas sobre el estado cambiante del comercio, la construcción de una marca y la fijación de precios en la sociedad del conocimiento.

En su nuevo libro, Anderson nos introduce en el concepto de “hacedores”, individuos que gracias a las nuevas tecnologías están expandiendo la cultura del “hágalo Ud. mismo”. El emprendedor no es una figura nueva, pero de acuerdo a Makers, lo que ha cambiado es que “la nueva industria es una fuerza económica poderosa no porque cualquier negocio se vuelva gigante, sino porque la tecnología hace posible que cientos de miles de pequeños negocios y emprendedores puedan encontrar sus clientes y formar sus comunidades”.

Internet, en otras palabras, amplifica el potencial y capacidades y expande el conjunto de talento humano disponible. No sólo permite que cualquiera cree e innove, sino que también facilita una rápida venta, distribución y diseminación de los productos y servicios.

Esta nueva realidad económica afecta profundamente el crecimiento económico y el empleo. Representa una “democratización” de la producción –o para robar el concepto de Thomas Friedman, “aplana” el escenario económico. En otras palabras, gracias a la tecnología más individuos se convierten en emprendedores al proveerles un acceso rápido a las herramientas para convertirse tanto en inventores como en productores.

Mucho de esto ya lo estamos viendo, por ejemplo en la publicación de libros y otras fuentes de información. Una escritora en ascenso no necesita depender de un gran editor para aprobar su libro y asumir su distribución. Puede escribir sus libros ella misma, publicarlos en Amazon.com y venderlos directamente a sus lectores. Lo mismo aplica si produce contenidos de matemática o dicta una clase en sitios de currícula digital como Coursera o Udacity. “La revolución digital ha estado largamente limitada a la pantalla”, pero eso está cambiando.

Desde la revolución industrial, las grandes empresas han tendido a dominar la producción de gran escala. Aún hoy, el “mundo atomizado” se muestra dominante. El mismo Anderson admite que “el mundo de los átomos es al menos cinco veces mayor que el mundo de los bits”. Esta afirmación es respaldada por datos como los de Citibank y Oxford Economics, según quienes la economía digital genera unos US$20 trillones en facturación, mientras la economía tradicional cerca de US$130 trillones.

El paradigma productivo está cambiando. Y si bien sucede lentamente, es un proceso necesario, particularmente en las economías en desarrollo en las que el sector manufacturero está disminuyendo como proporción del  PBI y concentra una proporción menor de la fuerza laboral. La web ha creado miles de mercados nuevos y abiertos, y el nuevo movimiento de “hardware-abierto” es a las industrias de producción de bienes físicos lo que es el open-source al sector del software.

Las ideas de Anderson guardan un potencial poderoso para América Latina, donde el crecimiento económico logrado en la última década y apoyado en la producción de commodities ha incrementado la renta, disminuido la pobreza, y expandido la clase media. Pero solo la productividad creciente, la innovación acelerada, y un mayor puñado de emprendedores dinámicos creando pequeñas y medianas empresas podrá llevar a la región a un nuevo nivel de desarrollo.

Lamentablemente, América Latina aún enfrenta desafíos importantes en términos de acceso a crédito y desigualdad en el acceso a una educación de calidad –el tipo de capital humano crucial para crear una economía cimentada en productos de alto valor agregado y servicios para el consumo local y global.

En un contexto global marcado por la crisis económica y por países emergentes que buscan su propio camino al desarrollo, Chris Anderson trae una perspectiva necesaria: una visión optimista del crecimiento económico basado en la combinación de creatividad humana y las tecnologías del siglo XXI.

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