Deshonestos por naturaleza

En estos tiempos están muy de moda los discursos sobre honestidad y valores. Que si se han perdido, que si éste es un país de ladrones, que si los tiempos de antes eran mejores… Y muchos dicen “yo sigo siendo serio”. No sólo roba el ladrón&#823

En estos tiempos están muy de moda los discursos sobre honestidad y valores. Que si se han perdido, que si éste es un país de ladrones, que si los tiempos de antes eran mejores… Y muchos dicen “yo sigo siendo serio”. No sólo roba el ladrón de a pie, cuando asalta una gasolinera; roba también el financista de cuello blanco y en una sola transacción perjudica a tantas personas, que al de a pie no le alcanza la vida para igualarlo.

Es deshonesto el congresista, cuando acepta regalos para aprobar leyes, el gerente que maquilla los números para recibir mejor paga, el comerciante que soborna al aduanero y el médico que exagera gravedades. Están también los honestos que hacen su travesurita: cuando utilizan la fotocopiadora de la oficina para la tarea del niño o pasean a la familia con la tarjeta corporativa. Sería bueno que los moralistas definan a qué tipo de deshonestidad se refieren cuando la denuncian. Porque parece que todos hacemos nuestra “trampita” cuando la oportunidad se presenta y el riesgo a ser descubiertos es pequeño.

Existe un estudio muy interesante, sobre alumnos que previamente habían asignado un gran valor a la honestidad. Reconocieron que era indispensable para el éxito de los negocios y la prosperidad de las naciones. Pero todos se copiaron cuando se les facilitó el asunto. Y eran estudiantes de Harvard y MIT.

El propio Shakespeare hace 400 años decía que ser honrado era como ser un escogido entre diez mil.  Así que no se trata de “estos tiempos” ni de “este país”.

Se sabe además que mientras más lejos esté el acto deshonesto del dinero en efectivo, menos malo nos parece. Es más fácil, por ejemplo, ir a una tienda, llevarse un fabuloso vestido y devolverlo intacto al otro día de exhibirlo, que meter la mano directamente en la caja. Como hoy en día se toca cada vez menos el dinero, y todo está a ley de un click, se les estaría facilitando el asunto a los demasiado permisivos.

Muy poco ayudan al respecto el discurso puritano y las invitaciones a concientizarnos moralmente. Reconozcamos “honestamente” que no se salva nadie y que es simplemente cuestión de que el sistema nos vigile mejor y nos lo ponga más difícil.

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