Despiden con llanto al agente asesinado

En la comunidad Don Juan todos lloraban ayer al sargento mayor Javier Santana, al que un delincuente ultimó de un disparo en el pecho.

En la comunidad Don Juan todos lloraban ayer al sargento mayor Javier Santana, al que un delincuente ultimó de un disparo en el pecho.Pipe, como le decían desde niño en esta comunidad de Monte Plata, recibió un disparo directo en el corazón,  cuando se dirigía a su trabajo.

“Adiós, mi hijo. Que Dios te acompañe. Adiós, mi niño”. Esas fueron las últimas palabras de doña Alejandrina Mercedes Fabián, madre del agente adscrito a la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet), antes de que se lo llevaran para el cementerio.

La mujer está destrozada por la trágica muerte y no dejaba de pasar las manos por el rostro inerte de Javier, cuya sangre aun manchaba el uniforme gris que lució durante casi 13 años en la Policía Nacional.

Un amigo de Javier, que prefirió no hacer público su nombre, dijo que el pasado jueves, cuando lo mataron, se había despedido del agente en la intersección de las avenidas Jacobo Majluta y Hermanas Mirabal, a pocos pasos de la última parada del Metro de Santo Domingo, en Villa Mella. “Él me dijo que ese día no tenía ganas de ir a trabajar, porque no se sentía bien. Le dije, si te sientes mal, entonces no vayas a trabajar. Pero me dijo que tenía que cumplir con su responsabilidad”, expuso este joven, durante el velatorio de Javier. “Todos los días nos tomábamos un té juntos, pero ese día no quiso”, lamentó, con sus ojos aguados.

Velatorio en la casa materna

En el velatorio, la casa materna del policía asesinado estaba repleta de gente, lo mismo que el patio. “Ese muchacho, no es porque está muerto, pero yo no había visto cosa igual, nunca le hablaba mal ni le hacía daño a nadie. Y aunque nació y se crió aquí, no le gustaba andar exhibiendo su arma, ni luciéndose dizque porque era policía”, expresó Juan Fructuoso Moreno, pariente de Javier.

El oficial dejó dos hijos de 15 y 11 años

Una niña de 11 años estaba sentada al lado del féretro. Tenía trenzas en su cabeza y un pañuelo en sus manos. Ese hombre a quien lloraba, era su padre. Los más adultos intentaron despegarla, pero no pudieron. Ella solo quería llorar a su papi. Y así lo hizo hasta el cementerio municipal de Don Juan, donde el pueblo entero parecía haberse mudado al camposanto.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas