Después del cáncer

Las estaciones, como la vida, van sucediéndose en una rueda constante, repitiéndose maravillosamente, con sus mismos y diferentes milagros…

Las estaciones, como la vida, van sucediéndose en una rueda constante, repitiéndose maravillosamente, con sus mismos y diferentes milagros una y otra vez. Silencioso y sigiloso llega así el otoño, de la misma manera que después de cada etapa en nuestras vidas nos encontramos observando con detalle aquellas hojas que se han desprendido de nuestro árbol de la vida. Disfrutamos así, nueva vez, de cada detalle, porque hay belleza en todo lo acontecido, porque hay lecciones que han pasado desapercibidas, porque Dios siempre nos deja sentir su protección, porque hay una bendición, un aprendizaje y definitivamente un orden divino en todo lo vivido.

En diciembre, en plena Navidad, la época favorita de mi madre, sucedió uno de los hechos más estremecedores de mi vida, la fecha de mi diagnóstico de cáncer. Próximamente cumpliré mis cinco años de haber terminado el tratamiento y confío en que mi Padre bueno me permitirá recibir ya el título oficial de estar clínicamente sana, por lo que deseo sentarme a mirar con detalles las innumerables hojas que han caído con tanta gracia y delicadeza en estos años.

Todas aquellas hojas de color tierra cobrizo que sentada hoy en el jardín de mi vida, miro con serenidad, me provocan recordar tantos detalles, y mirarlos hoy de forma tan distinta. Mi Padre del cielo salió a encontrarme desde aquel día de la noticia de modo tal que caminar de su mano me hizo sentir tanta fortaleza, tanta paz, tanta fe. Rebosaba de plenitud porque Él estaba, permanentemente, justo a mi lado. Aquellas hojas cobrizas escondieron detrás del dolor y la adversidad toda una bendición disfrazada, había aprendido que llamar a su puerta es muy sencillo y que no hay motivos para temer al mañana, para dudar de su bondad y su cuidado como Padre amoroso que es.

Sonrío cuando descubro destellos de color amarillo y naranja de distinta intensidad en muchas otras hojas que encuentro ahora a mis pies. Para los míos sé que fue difícil ver llegar la posibilidad de aquella hora tan cierta, pero temida.

Pero al lado de las piedras del camino fueron surgiendo todos los matices de la esperanza, de la tranquilidad del que espera con fe, de desapego a lo material, de crecimiento y fuerza espiritual. Hoy recojo aquellas hojas que apenas empiezan a caer, algunas todavía muy verdes, llenas de vida, apresurándose a darnos buenas noticias; otras, mezcladas con muchos colores, porque la vida nos presenta retos, dificultades para que continúen naciendo nuevas fortalezas, para que nunca paremos de aprender. Siempre una asombrosa mezcla de tonalidades, para que apreciemos las estaciones, para que valoremos cada gesto, cada actitud y empuñemos en nuestras manos sólo lo mejor, lo bueno, lo que nos aporta, lo que nos hace mejores.

Con la madurez aprendemos el arte de la paciencia, a esperar que sea Él quien coloque todo en orden, a perdonar y comprender, a disfrutar cada momento, a confiar en la vida.

Muchas de esas hojas todavía verdes caen hoy a mis pies en octubre, el mes del cáncer y pienso en todos aquellos que desesperados reciben aquella dolorosa noticia, sin poder acceder al costoso tratamiento que conlleva esta enfermedad. Desde muy pequeña, mi madre me contaba de cuánto le dolía ver enfermos caminando a una muerte segura, por no contar con los recursos económicos necesarios. Hoy, después de experimentar lo que es el cáncer y de haber visto el cuadro con mis propios ojos, no puedo callar y tengo que anunciar que tu esfuerzo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte, por lo que quiero solicitar que te vistas de amor y le des tu apoyo a La Rama Femenina contra el Cáncer, institución con 48 años de servicio en nuestra ciudad.

Octubre es el mes del tan temido padecimiento, no esperemos a que la vida nos elija, para entender el dolor desesperado del enfermo. Extendamos nuestra mano amiga, gesto que sería el mejor tributo a todos aquellos que ya se han marchado a otra dimensión, a todos aquellos que hoy luchan por sobrevivir y desean lograr que con la luz de Dios, su espíritu se mantenga firme por encima del dolor. ¡Pongámonos hoy de pie, en señal de solidaridad, por todos los que perdieron la batalla y junto a los que hemos sobrevivido, trabajemos por la prevención y enarbolemos la bandera de la gratitud y la alegría, por la salud y la grandiosa vida!

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