El destino de los reformistas

No prestar importancia a la trayectoria y el pensamiento político de Joaquín Balaguer, ha tenido consecuencias perjudiciales para el…

No prestar importancia a la trayectoria y el pensamiento político de Joaquín Balaguer, ha tenido consecuencias perjudiciales para el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), sus dirigentes y militantes. Hay unos y unas que reproducen actitudes y comportamientos propios del siglo XIX.

Cuando los rojos vieron deshacer el peso político y social de Buenaventura Báez, corrieron como niños y niñas abandonadas que buscan manos protectoras que les dieran “calor” y “aliento”. Sin reflexionar respecto a las consecuencias, antiguos dirigentes rojos se sometieron al liderazgo de los azules y las escenas que produjeron causan repugnancia.

En política el que pierde de vista el espacio de los límites y obra como imprudente, termina despreciado por la mayoría de la sociedad. Esto explica la comprensión que tiene el país de los dirigentes reformistas que en el presente proceso político se comportan como actores de teatro.

En efecto, son políticos habilidosos que tienen posiciones definidas. Se ven “coloraos” por fuera, pero por dentro tienen colores que determinan sus decisiones políticas. Unos llevan el morado de la estrella amarilla y otros el blanco del “jacho prendío”. Nadie impedirá que se quiten las gorras que no dejan ver sus sentimientos.

Algunos ignoran ideas fundamentales del líder reformista Joaquín Balaguer y se dejan dominar por sus aspiraciones del presente. De esa manera le restan simpatía a su Partido y cuando se fija la vista hacia el horizonte, no hay que ser adivino para pensar que siguen una senda similar a las que tomaron en el siglo XIX los políticos que liquidaron los partidos Rojo, de Buenaventura Báez, y Azul de Gregorio Luperón.

En política los desesperados que no son capaces de ver a distancia terminan de la peor manera y vistos como figuras de un tiempo pasado.

El caudillo reformista, quien gobernó la República Dominicana en seis ocasiones practicaba la idea de que las decisiones políticas las determinan las circunstancias, pero advierte que un político tiene que saber esperar.

En Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo, anotó: “Uno de los secretos del éxito en la vida pública consiste en saber esperar. Quien se impacienta, acicateado por sus ambiciones legítimas o no, corre el riesgo de tropezar y se expone innecesariamente al fracaso. La paciencia y el buen tacto se hallan más ligados en política que en ninguna otra actividad de la vida”.

Y recuerda al prócer José de San Martín cuando sintetizó el fracaso de la vida pública del general José Miguel Carrera con esta frase punzante: “Hombre sin espera que todo lo sacrificó a la ambición”.

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