La nueva división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), la práctica desaparición del Partido Reformista (PRSC), la parálisis del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la debilidad de los grupos políticos alternativos, ponen de manifiesto la profunda crisis de representatividad del sistema de partidos políticos en el país. Aunque esta es una realidad conocida, la confrontación entre los principales líderes del PRD y los últimos acontecimientos al interior de esta organización, nos indican la gravedad del problema.
Como lo evidencia el estudio sobre cultura política de la democracia, “Barómetro de las Américas 2012”, hasta la fecha el país cuenta con un sistema de partidos estable. República Dominicana ocupa el primer lugar del continente en simpatía política de sus ciudadanos, con un 63.4%. Esto es muy significativo, si lo comparamos con países de democracia madura como los casos de Uruguay (53.4%), Costa Rica (26.2%) y Chile (14.1%). Es importante además la participación electoral en el país, la cual alcanza una posición intermedia en la región con un 70.5%, a pesar de que no existe el voto obligatorio como en otros países. Sin embargo, para algunos estudiosos, este apoyo al sistema político-electoral no descansa en una identificación de los ciudadanos y las ciudadanas con las propuestas ideológicas y programáticas de las organizaciones políticas, sino más bien en una lealtad que es producto de favores y promesas clientelares. Por eso, nos encontramos con la aparente contradicción entre una alta participación electoral y una creciente erosión de la confianza en los partidos políticos. El propio estudio indica que ha aumentado la creencia de que la democracia puede existir sin partidos y de que éstos, no representan bien a los electores.
Los partidos políticos, además, tienen el puntaje de confianza más bajo en comparación con las demás instituciones sociales del país. Los factores que explican la pérdida de legitimidad de las organizaciones políticas están asociados a su incapacidad para responder a las expectativas ciudadanas desde el poder, su falta de democracia interna y debilidad institucional, falta de transparencia y el haberse convertido en simples maquinarias electorales, carentes por demás de una definición ideológico-programática.
Hasta el momento, no vemos la voluntad política entre los dirigentes partidarios para revertir este tipo de tendencia, lo que podría profundizar el deterioro de la credibilidad en el sistema político. Sólo el impulso de las reformas pendientes y la promoción de cambios en las prácticas y actitudes de los políticos, hará posible el fortalecimiento de los partidos y el desempeño efectivo de su rol en el sistema democrático.
