Si me dijeran pide un deseo

Si ante la proximidad de un nuevo año, me dijeran pide un deseo, preferiría como Silvio un rabo de nube que “se llevara lo feo”…

Si ante la proximidad de un nuevo año, me dijeran pide un deseo, preferiría como Silvio un rabo de nube que “se llevara lo feo” que en materia de debilidad institucional hemos tenido a lo largo del 2011.

Quisiera un año en que la Constitución no esté sometida a interpretaciones acomodaticias para beneficiar los intereses de determinados grupos. En que nuestra Carta Magna no esté permanentemente amenazada de ser violada por aquellos que deberían ser sus principales protectores. O acaso no recordamos lo feo del intento de la reelección presidencial por encima de la prohibición constitucional o la pretensión congresual de que se aprobaran leyes orgánicas sin la mayoría calificada.

Me gustaría, “un torbellino en el suelo” que sea capaz de levantar la consciencia nacional sobre la necesidad de superar la cultura de ilegalidad que nos arropa a todos, gobiernos y ciudadanos. Claro, en las autoridades está el deber de hacer cumplir las leyes y sobre todo de educar con el ejemplo. Por eso quisiera un nuevo año en que de una vez y por todas se respete la ley General de Educación, cumpliendo con el 4% del PIB para este sector. Asimismo, deseo un año sin las tradicionales excusas gubernamentales para no cumplir con otras importantes leyes aprobadas en el país.

Desearía además, esa “gran ira que sube” y que no nos permite permanecer indiferentes ante la indecencia pública que supone la corrupción administrativa. No basta, como pasó en el 2011, que se declare un año como el de la Transparencia y el Fortalecimiento Institucional.

Quisiera un nuevo año en el que las denuncias contra la corrupción no encuentren el silencio cómplice como respuesta gubernamental. Deseo que en el 2012 no sigamos apareciendo como los campeones mundiales en materia de favoritismo político y despilfarro de los recursos públicos. Que al fin, podamos ver un Estado llevando a cabo acciones firmes contra la impunidad y en el cual, las instituciones de control disponen de la autonomía necesaria para llevar a cabo su rol.

Anhelo, como la vieja canción cubana, “un barredor de tristezas”, sobre todo de la que produce ver a un Congreso Nacional postrado a los pies del Poder Ejecutivo, renegando de sus funciones. Mis mayores deseos de que podamos contar con un parlamento fuerte, dispuesto a desempeñar su misión de servir de contrapeso a los demás poderes del Estado. Deseamos en fin, que el 2012 sea un buen año y que al concluir, parezca que hay esperanza en materia institucional.

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