Estas reflexiones están dirigidas, ante todo, a los jueces en las presentes circunstancias del pueblo dominicano. Pero dadas esas mismas circunstancias, se puede decir que ellas van dirigidas a todo el pueblo, no importando el oficio que ejerza cada uno.

La redacción del texto, que usted tiene en sus manos, tiene sabor a “lenguaje verbal”, casi“coloquial”, porque es una transcripción literal de mi Homilía pronunciada en la Catedral de Santiago de los Caballeros, el lunes 7 de enero 2013, con motivo de la celebración del Día del Poder Judicial. Consideré que era cosa buena difundir, también de esta manera, las reflexiones tenidas ese día. Esta segunda entrega comienza con las “cinco muertes”, que sólo enuncié en la primera, y termina con otras cinco breves reflexiones más.

PRIMERA: La muerte física. No hablo de la muerte física natural, sino de aquella, cuando te eliminan físicamente. Hoy todo dominicano está amenazado de muerte física, no solamente por la violencia de la calle, sino por la violencia de que si tú no haces lo que los otros quieren o si tú actúas como tienes que actuar, es muy posible que estés amenazado de muerte física. Eso ustedes lo saben mejor que yo. Cuántos fiscales, cuántos jueces, cuántos militares, se ven amenazados de muerte, porque están cumpliendo su deber, porque no se dejan sobornar, corromper. Conocemos tantas historias en América Latina y en nuestro país de personas, que han dado su vida en nombre de su tarea y misión.
SEGUNDA: La muerte psicológica. Otra muerte que podemos encontrar es la muerte que nace de las simples amenazas, los miedos.

Esa muerte psicológica se da en muchas personas. Autoridades políticas que no quieren cumplir con su papel, porque tienen miedo de exigir. Autoridades del Congreso, que no hacen que se cumplan las leyes, por miedo a perder popularidad. Ustedes, también, los jueces, cuántas amenazas sufren para que no dicten la sentencia adecuada, justa, como debe ser. Esa muerte psicológica se puede dar con más frecuencia de lo que se cree. Pienso que hay jueces que no están muertos físicamente, pero están muertos psíquicamente; ya no viven, porque no se atreven a aparecer. No pueden sacar las energías que tienen. Los han matado psicológicamente. El miedo, las simples amenazas, matan las almas.

TERCERA: La muerte moral. Esta consiste en desprestigiarte. Te quitan la fama. Te levantan calumnias. Ustedes saben que esto se da con muchísima frecuencia. Hay unos sicarios que matan físicamente. Se les paga para ello. Hay otros sicarios contratados para matar moralmente. A ellos se les paga para desprestigiar. Cuántas veces esa es la muerte que se quiere dar a personas, sacarlas de circulación, aunque no físicamente, pero si arrancándoles la fama moral. Si no aceptas las amenazas, te calumnian. Pagan, entonces, para que se haga una campaña en contra tuya; y te denigran de una u otra manera.

Ustedes, los jueces, y cualquier otro estamento en la sociedad dominicana, que quiera cumplir con lo que tiene que cumplir, está amenazado de muerte moral.
CUARTA: La muerte espiritual. Es la muerte de aquellos que se han corrompido. Parecen vivos, pero están muertos.

Jesús decía de los fariseos que eran “sepulcros blanqueados”. En la República Dominicana hay muchas tumbas pintadas de blanco. Usted los puede ver vestidos de saco y corbata, los puede ver en los mejores escenarios del país, en los mejores restaurantes. Son sepulcros blanqueados, que llevan por dentro la muerte espiritual. Huelen mal, la sociedad lo sabe. Parecen estar vivos, pero no lo están. Están muertos interiormente.

La muerte espiritual es la muerte de todos aquellos que se corrompen o dañan su conciencia de cualquier manera.

QUINTA MUERTE: La muerte social. La muerte social se puede definir como aquella en la que tú en la sociedad no significas nada. Porque te han calumniado, te han matado sicológica o moralmente, te quieren sacar de circulación de cualquier manera. Te han matado socialmente. En el fondo, ese es el fin de las otras cuatro muertes.

UN RESUMEN: Noten, hay cinco muertes, que penden como amenazas sobre todos nosotros. Ustedes, hombres y mujeres de la justicia, están amenazados, igual que yo, igual que cualquier dominicano, de una de esas muertes, por las fuerzas negativas que operan en la sociedad.

Quizás ustedes son de las personas que más amenazadas están, a las que más tentaciones se les presentan, y las que, de alguna manera, pueden caer más fácilmente en una de esas tentaciones o muertes. LOS PERIODISTAS: Esto pasa en todas las profesiones. Vamos a poner un ejemplo claro. Los periodistas, los comunicadores sociales, sufren muchas amenazas. Hay periodistas que han muerto físicamente, por su firmeza en defender y publicar la verdad, de sus noticias. Hay periodistas que están muertos psicológicamente, están amenazados, tienen miedo de poder hablar! Hay periodistas a los que se les ha querido matar socialmente. Hay periodistas a los que se les ha matado moralmente; y hay periodistas que están muertos espiritualmente: aquellos comunicadores que usan su poder poniéndolo al servicio de la delincuencia, del narcotráfico, de la corrupción. Lo grande es que, en esa muerte uno sigue escribiendo y hablando, parece vivo, pero de hecho está muerto por dentro.
JUAN Y JESÚS: Juan el Bautista predicó la verdad, la honestidad, la justicia. Cosas que les toca a ustedes, de manera particular, poner en práctica.

¡Cristo Jesús, también! En tres años él realiza un ministerio, en cuyo ejercicio recibe continuas amenazas. Primero, se buscó su muerte moral, desprestigiarlo: tú no eres Dios… Tantas cosas se dijeron de Cristo Jesús. Finalmente se da su muerte física, así como se dio la de Juan.

Igual que Jesús, hoy día no tenemos otra alternativa, si no la de enfrentar y aceptar lo que ellos dos hicieron: el martirio. ¿Qué es el martirio? El martirio es dar la vida antes que transigir en las propias convicciones, en los propios principios y valores.

DUARTE: Un tercer ejemplo, que para nosotros en la República Dominicana es tan diciente, ahora justamente celebramos sus doscientos años de haber nacido, Juan Pablo Duarte. ¿Quién es Juan Pablo Duarte? Es un hombre de convicciones, al que no mataron físicamente, pero sí buscaron matarlo moralmente, trataron de desprestigiarlo muchas veces. Y lo mataron socialmente. A Juan Pablo Duarte lo destierran tres veces del país. Primero lo destierran los haitianos. Después lo destierran los dominicanos mismos, Bobadilla y su grupo, los que toman el poder después de la Independencia, Y, finalmente, el tercer destierro lo hacen de una manera muy diplomática: lo envían a Venezuela. Juan Pablo Duarte sufrió, por tanto, también la muerte social.

Pero he aquí que después de dos siglos de su nacimiento, después de su vida mortal, ¡Juan Pablo Duarte sigue vivo! Él fue un mártir. Mártir de los valores. Mártir de lo que se debía proclamar. Mártir de la Independencia. Un hombre que no quiso transigir ante la posición de la injusticia, la falta de libertad o dignidad.

Ha pasado el tiempo, y aquellos que mataron a Duarte, siguen vivos también en nuestra memoria, para decir: Dominicanos, no hagan lo que hicieron los enemigos de Duarte. Hagamos, en cambio, lo que hizo Duarte. Por eso nosotros vamos a celebrar doscientos años de Duarte. Él en su época estuvo muerto socialmente, pero vive históricamente. Él vive para el pueblo dominicano, mientras los que trataron de eliminarlo sicológica, moral y socialmente, estuvieron y están muertos, hoy por hoy, moral y espiritualmente.

Estos ejemplos sirven para nuestra situación actual. Nosotros hoy celebramos a Duarte, pero en la época en que a él le tocó vivir, no le debió ser fácil! Tener uno que salir, como salía Duarte de aquí, en un abandono total, proscrito, desterrado, humillado, sin ningún recurso, fue doloroso y terrible. Parecía un muerto. Pero Duarte vive.

Ustedes, queridos magistrados, jueces, fiscales, todo el personal que trabaja en la justicia, igual que Duarte, igual que Cristo, igual que Juan el Bautista, ustedes tienen las mismas amenazas, y nosotros también. ¡Cuán necesario es su servicio y misión: “dioses sois”!.

Quiero, una vez más, repetirles, que hoy día, todos en la República Dominicana, si queremos ser coherentes, debemos parecernos a Duarte. Debemos tratar de ser capaces de hacer lo que él hizo. Como él decía: Soy capaz de entregar mi vida por el pueblo dominicano.

RECURSOS: Voy a terminar hablándoles de un recurso, que debemos tener todos hoy día: el recurso de la fe. La fe en los valores, en la justicia, en la honestidad, eso tiene sentido. La fe: Creer que lo que importa es no renunciar ni vender esos valores. Duarte mantuvo su fe en la libertad de la Patria sobre todas las cosas. Su credo podría ser éste: Creo en Dios y en la Patria.

Juan el Bautista, Cristo, Duarte, creyeron, estaban convencidos y seguros de sus principios. Sufrieron muchas adversidades, pero no cedieron.

Otros recursos que acompañan la fe son: el apoyarse en Dios, en la familia y en comunidades o grupos que viven los mismos principios o ideales. Duarte también lo hizo así.

Es lícito protegerse de los ataques, incluso irse a otra parte si es necesario en búsqueda de protección. Lo que nunca será lícito será el vender la conciencia, el aceptar sobornos o corromperse, es decir, la muerte espiritual. Siempre será mejor cualquier otro tipo de muerte, que esta última, la espiritual.

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que los textos ofrecidos más arriba han sido transcritas literalmente de mi Homilía del 7 de enero en la Catedral de Santiago.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los treintiún días del mes de enero del año del Señor dos mil trece (2013).

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