Al aplicar el término Desarrollo en la realidad social, encontramos que varias ciencias usan el concepto sin cuestionar su status ontológico. El papel del lenguaje y el discurso en la constitución de la realidad social, se puede reconocer gracias a la antropología. El post-estructuralismo (una de sus corrientes), plantea que “El lenguaje y el discurso no son considerados reflejos de la realidad sino constituyentes de la misma.”
Desde que inicia la era del Desarrollo con el primer discurso del presidente Truman de los EUA, genera con “discursos” una nueva percepción entre los países que se van a considerar sub-desarrollados. Estos integraron en la propia identidad como en su relación con otros, que sus condiciones eran inferiores a otros y consecuentemente asumían la posición de necesitar y resignarse a aceptar “ayuda”. Esta construcción de la auto-imagen fue lograda gracias al uso del término designado.
Lográndose como consecuencia, un nuevo modo de relacionarse donde el país emisor del juicio de valor, (del Norte o económicamente más avanzado) se coloca en un cierto orden mediante un discurso y una percepción creada.
“El desarrollo es considerado principio central organizador de la vida social” (Escobar 1997). Por este principio los países de Asia, África y América Latina aceptan la definición de “subdesarrollados” y por tanto necesitados de ayuda para desarrollarse. Los cuestionamientos a este principio “la noción misma de desarrollo”, cuyo rol es determinante no para mejorar la disciplina del Desarrollo, sino incluso para “examinar los mismos fundamentos sobre los que se construyó como objeto de pensamiento y de práctica”.
En su tarea central de ‘desfamiliarizar’ lo familiar, la antropología problematiza el discurso del desarrollo y sus argumentos e interpretaciones del mundo que se han instalado con tal autoridad que se aceptan como obvios.
