Un discurso que alivió tensiones

Con su discurso del pasado miércoles, nuevamente el presidente Danilo Medina ha dado muestra de humildad, serenidad y sapiencia política, méritos acumulados durante su dilatada carrera como hombre consagrado a las cosas de Estado, como servidor…

Con su discurso del pasado miércoles, nuevamente el presidente Danilo Medina ha dado muestra de humildad, serenidad y sapiencia política, méritos acumulados durante su dilatada carrera como hombre consagrado a las cosas de Estado, como servidor público y ciudadano comprometido con los mejores intereses de nuestra Patria, República Dominicana.

Danilo finalmente rompió su silencio, que ya comenzaba a inquietar a amplios sectores de la vida nacional. Como dije en mi reflexión anterior, se trataba sólo de una forma del Presidente colocarse a una distancia prudente del encendido debate sobre la reforma constitucional y otros aspectos de la vida político-partidaria, que obviamente lo envolvían a él y a su partido, el de la Liberación Dominicana (PLD).

Entonces Danilo entendió que lo más razonable era observar silente el curso de los acontecimientos, de los que indudablemente fungía como actor principal. Cualquier cosa que dijera, en ese mar turbulento que albergó un debate que por momentos adquirió ribetes personales, pudo darles a sus adversarios oportunidad para colocarlo en el terreno de la confrontación abierta y precipitada.

Pero Danilo ni por asomo estuvo a punto de caer en sus redes. No habló del tema de la reelección, sino hasta cuando le fue dictaminado por su fino olfato político y ese sentido común que no todos los hombres y mujeres de vida pública tienen el privilegio de poseer y practicar, siempre que las circunstancias así lo requieran.

Al escuchar al presidente Medina, por un momento recordé ese toque de sabiduría y buen juicio que en situaciones políticas parecidas al momento que hoy vive el país, impregnaba a sus actuaciones el fenecido y siempre recordado líder del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), Joaquín Balaguer.

La alocución del Presidente despeja dudas, angustias y temores provocados por rumores infundados que se tejieron en torno a su futuro político. Por el contrario, dio muestras irrefutables de su firmeza y desprendimiento político y, más aun, de un estadista que nunca quiso mantenerse contracorriente en sus funciones y mandatos constitucionales.

Como igual he asentado en ocasiones anteriores, no es Danilo, sino cerca del 80 por ciento del pueblo dominicano el que le exige continuar su extraordinaria obra de gobierno en el próximo período presidencial.

Cuando a un político el destino lo empuja a cumplir con los designios que el propio pueblo, el soberano, le impone, lo más juicioso e inteligente es responder a esas exigencias, máxime cuando son derivadas de la voluntad firme y espontánea de una sociedad que sabe valorar y decidir lo que quiere y desea para el provecho de su devenir como nación.

Y Danilo sabrá interpretar este reclamo popular. La reelección presidencial no puede ser satanizada por cuestiones meramente coyunturales o particularmente convenientes. La reelección es, más bien, una oportunidad que, como bien dijo el primer mandatario en su discurso, para que un presidente se someta al escrutinio del pueblo respecto a sus ejecutorias, que al final de cuentas es quien tiene en sus manos el poder de considerar las razones que deben primar para legitimar las acciones de un gobernante.

En este contexto, Danilo tiene ahora el mejor y más grande respaldo para recorrer el camino que el pueblo dominicano le ha trillado a su futuro político. Su defensa de la reelección, que circunstancialmente muchos crucifican de forma implacable, no tiene nada que ver con el afán que unos pocos le endilgan de aferrarse al cargo de presidente.

Su defensa a esta figura representa la revalidación de una postura que ha defendido siempre en distintos escenarios, y que ahora lo coloca ante el reto de asumirla, con todo el rigor y exigencias que implica tan trascendente decisión.

Un segundo mandato condicionado al “nunca jamás” representarán para Medina el mecanismo idóneo para concretizar su plan de gobierno y salir por la puerta grande del Palacio Nacional. Las condiciones están dadas.

El compromiso mayor es con diez millones de personas, que esperan que el comportamiento de Medina sea cónsono con la confianza depositada en su capacidad y buenas intenciones, para conducirnos por las sendas del progreso sostenido y compartido, como ha sido hasta ahora.

Y estamos seguros de que cumplirá, cuando en el 2020 vea terminada su segunda gestión de gobierno, que como la actual seguimos confiados en que será exitosa y beneficiosa para todo el pueblo dominicano, sin exclusiones ni privilegios.

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