Educarse en Najayo-mujeres “es una lucha diaria por la superación”

Erinelda Rosario fue madrina de graduación de sus hijos en el bachillerato, cuando ni siquiera alcazaba ese nivel académico, hoy una sonrisa ilumina su rostro cuando dice que en la cárcel de Najayo-mujeres ha podido superarse y ya está cursando…

Erinelda Rosario fue madrina de graduación de sus hijos en el bachillerato, cuando ni siquiera alcazaba ese nivel académico, hoy una sonrisa ilumina su rostro cuando dice que en la cárcel de Najayo-mujeres ha podido superarse y ya está cursando el cuarto año de la educación secundaria.

En el tono de la voz de Rosario, quien lleva más de una década en prisión, se siente cierta emoción. “Cuando yo llamo a mi familia y les digo que estoy en cuarto de bachillerato, que ya me voy a graduar, ellos me dicen que eso es increíble. Mi familia está contentísima”. Asegura que cuando termine sus estudios ingresará a la universidad para estudiar derecho. “Con el tiempo mirando los casos, los códigos, tú te vas emocionando y vas aprendiendo, dicen que de lo malo se aprende algo bueno”, sostiene.

Rosario ha realizado cursos de costura, cultivo en invernaderos, panadería, velones y confección de flores.

“Esta es la lucha diaria por la superación”, indica.  Ocho profesores le imparten igual número de materias en un ambiente tranquilo que comparte con más de 10 compañeras y aunque se preocupa por sus bajas calificaciones en matemáticas asegura que trabaja para mejorar. 

Carmen Rosario Vásquez, otra reclusa, está en tercero del bachillerato y luce contenta porque asegura que el tiempo que pasará en prisión no lo va a desperdiciar. “Yo hice el octavo, y cuando llegué al bachillerato hice primero y segundo”, dijo. “Aquí hay un sistema que desde que sales de observación te buscan para que vayas a la escuela porque estudiar es obligatorio”, indicó.

La universidad en el penal

Son alrededor de las 10:00 de la mañana. Con cuaderno en mano algunas reclusas caminan hasta llegar a la biblioteca del centro. Todas se empeñan por hacer sus tareas y se ayudan unas a otras. En el lugar, una interna lee para que otra copie. Por el texto que está leyendo se sobreentiende que la clase es de temas jurídicos. Quien escribe es Mary Peláez, condenada por lavado de activos y quien cursa la carrera de Derecho. Al igual que Peláez,  Ana Báez, de 28 años, cursa la misma  carrera. “Dios me regaló la oportunidad de que estando aquí  vino la Universidad de la Tercera Edad (UTE) y ofreció esa carrera y me inscribí, eso me ayuda a conocer mi proceso”, dice. 

Pero más que conocer del sistema, Báez asegura que cuando salga de la cárcel quiere especializarse en sicología forense porque “aquí (en prisión) estamos muchas personas detenidas y condenadas por la falta de una verdadera investigación. Aquí tú puedes conocer historias de mucha gente que tú dices que no tiene lógica su condena, porque no es que todas somos inocentes, pero no todas somos culpables”.

Agrega que, como ser humano, estar en la universidad desde prisión le ha permitido superarse, conocer la Justicia del país y empezar a entender que no son los jueces los culpables de las penas sino que eso lo establece la ley.

“Nosotros tendemos a culpar al otro y decir que ese juez o ese fiscal es muy malo conmigo, pero cuando estudias que tienes el conocimiento, tú dices: hasta yo en su puesto lo haría porque es su trabajo, es su profesión”, indica la condenada a 20 años.

Adelfa Rodríguez también estudia derecho y valora que se les dé la oportunidad de realizar una carrera universitaria porque de igual modo el tiempo pasa.

Al finalizar el derecho, Rodríguez contará con una segunda profesión ya que antes de ingresar al penal estudió mercadotecnia. “Antes una carrera para un privado de libertad era un sueño ahora no, es una realidad”, precisó.

La educación es obligatoria

Cynthia Sierra, encargada del área educativa, explicó que la educación es obligatoria porque están en un proceso de adaptación y reinserción en la sociedad.

En septiembre de 2011 empezaron a impartir  dos carreras, por lo que aún no se gradúa ninguna promoción.

Dijo que eso se logró en colaboración con la Fundación para la Educación de la Mujer que tiene un convenio con la UTE y becó a las internas para que los profesionales de esa casa de estudios se trasladen al penal e impartan las clases cada viernes.

Dieciocho internas estudian en la universidad

“Para nosotros poder insertar a las internas a la sociedad tenemos que enviarlas educadas, para que ellas sean algo distinto, diferente de como llegaron al centro y para implantar esa diferencia tienen que salir con un concepto diferente de lo que es la vida”, indicó, Sierra. La encargada del área educativa detalló que hay cuatro internas en alfabetización, seis en primero y segundo de primaria; diez  en tercero, 25 en cuarto y quinto; 19 en sexto y séptimo, 14 en octavo. En cuanto a la educación media, cuentan con 98 internas. En la universidad hay 18, de las cuales siete cursan sicología y once en derecho. Las clases universitarias se imparten todos los viernes a partir de las dos de la tarde y en el nivel secundario los sábados. En total casi 200 reclusas están estudiando. También parte del personal del centro estudia junto a las reclusas y cuentan con una biblioteca para auxiliarse en la lectura.

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