Elementos propios de la religiosidad

La religiosidad popular está conformada por una serie de elementos propios de su ritualidad, que van desde el uso de colores, sabores, alimentos, bebidas, atuendos, música, pócimas, hasta diferentes tipos de instrumentos musicales.

La religiosidad popular está conformada por una serie de elementos propios de su ritualidad, que van desde el uso de colores, sabores, alimentos, bebidas, atuendos, música, pócimas, hasta diferentes tipos de instrumentos musicales. El tambor es uno de los principales símbolos de la cultura africana que, junto a los cantos y bailes, identifican una raza, un modo de ver y vivir en el mundo.
Cada elemento tiene sus técnicas. Por ejemplo, los instrumentos de percusión que se utilizan en los rituales de los Congos de Villa Mella son distintos, en forma y sonido, al de los Guloyas de San Pedro de Macorís, y a los de Bayaguana, San Cristóbal, San Juan, entre otras zonas.

Pócimas y propósitos

Otra peculiaridad en el país son los brebajes que se utilizan para “los trabajos”. Los hay para distintas necesidades: el amor, la buena suerte, conseguir dinero, pero además para dañar a otras personas por venganza o cualquier otro motivo.
Practicantes de la religiosidad popular en  el país y de otras nacionalidades del Caribe donde se practican los distintos tipos de vudú han inventado pócimas con nombres muy particulares, que muchas veces las dan a tomar a sus clientes, entre las que se destacan: “llama- clientes”, cuando se trata de negocios; “Vente Conmigo”, si es para el amor; “Espanta Diablos”, si se trata de alejar los malos espíritus y “Las Siete Potencias”, que se refiere a los afrodisíacos sexuales.

Los ritos de la religiosidad popular están conformados por un conjunto de elementos que se relacionan para conformar un todo, como la música y sus instrumentos, los alimentos, las bebidas, los colores, los cantos, los atuendos, los días y los ungüentos.

El tambor es el instrumento por excelencia y está presente en todos los rituales de descendencia africana, pero su fabricación y forma de tocar varía por regiones, al igual que los cantos.

Está elaborado de tronco de árbol, principalmente lana y javilla, con un hueco en medio y en la parte superior cubiertas de cuero de vaca o chivo que se “afinan” con pequeños golpes en las grapas de su alrededor o “atesando” la soga.

Unos de los más conocidos instrumentos de percusión son los atabales, con los que se hacen hasta festivales, como es el caso de Sainauguá, en San Cristóbal, donde la celebración lleva más de 35 años. También se destacan los famosos “Palos”, que son tambores de tamaños y sonidos distintos y que se tocan en grupos de dos y tres personas. Al tambor grande se le llama palo mayor, el siguiente  es denominado “chivita” y el tambor más pequeño es el “palo menor”.

Otros instrumentos son los congos, balcié y cañutes, propios de Mata Los Indios en Villa Mella. Don Casimiro Minier tiene 107 años y más de la mitad de su vida la ha dedicado a fabricar instrumentos de percusión para la Cofradía del Espíritu Santo. La edad no parece ser un límite para este hombre de tez oscura, voz fuerte y manos callosas, aunque un poco sordo. Es hermano del fenecido Sixto Minier, patriarca de la Cofradía del Espíritu Santo, en Villa Mella que se mantiene desde hace más de 300 años.

“Eso lo aprendí yo de mi naturaleza. Yo hice una velación y mandé a San Juan a bucar unos paleros, yo di 100 peso para que me trajeran a los palos y a los paleros y me rompieron un palo, y dije: yo lo voy a arreglar y así aprendí…no hay fuerza ya, pero estamo en el bateo, yo quisiera que Dios me dé un año má para que usted vea todo lo palo que yo hago aquí”, dice.

 Con esos instrumentos se tocan ritmos folklóricos como salves, gagá, congo, atabales y bailes como la sarandunga, mangulina y otros. La Cofradía del Espititu Santo de Villa Mella realiza sus rituales en una rústica enramada construida por sus miembros, donde se hacen los actos de 9 días a los cofrades fallecidos; pero a escasos metros, en el fundo Brazobán, se levanta el “Museo de los Congos del Espíritu Santo” para exhibir los instrumentos musicales, fotografías, utensilios, libros y otras propiedades de los cofrades, principalmente las propiedades del fenecido patriarca Sixto Minier.

Josefina Tavárez, directora del museo, ha dedicado parte de su vida a la difusión y mantenimiento de la cultura africana. Dice que en la zona hay unas 13 cabezas de congos en distintas comunidades, lo que motivó que en el 2001 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), declarara a los Congos del Espíritu Santo como “Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”.

Otras expresiones

Además de la música, los instrumentos, los alimentos y los colores, la religiosidad popular dominicana se caracteriza por otras expresiones como el uso  de bálsamos, con gran demanda.

Carmelo Polanco tiene muchos años al frente de una botánica en el Mercado Modelo de la avenida Mella. Hasta su negocio acude mucha gente, principalmente los martes y viernes, días de mejor invocación de los espíritus.

Los clientes buscan distintos tipos de brebaje para “hacer trabajo” para la buena suerte, el amor, los negocios y la salud. No existe regulación oficial para el uso de los ungüentos y la gente los usa sin preocupación por posibles efectos secundarios. Los de mayor demanda son: “Llama Clientes”; “Vente Conmigo”;  “Espanta Diablos”; “Jala Jala”; “Pachulí de Amor”; “Espanta Muertos”; “Las Siete Potencias”; “Abre Camino”; “Despojo de los Indios”; “Liberación” y “Viní Viní”.

La religiosidad como modo de vida

Mucha gente no sólo practica la religiosidad popular desde el vudú o los ritos de origen católico, sino que también vive del negocio de venta de imágenes, santos, pócimas y otros elementos.

Además de los brebajes, Carmelo Polanco vende diversos artículos utilizados en los rituales. Para él su negocio no tiene nada de pecaminoso porque su trabajo se orienta hacia el bien y no a practicar el mal.

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