Ellas

Cuando nacieron, como todos los niños, trajeron más luz y alegría al mundo, y una satisfacción sin límite a sus padres.

Cuando nacieron, como todos los niños, trajeron más luz y alegría al mundo, y una satisfacción sin límite a sus padres. El papá solo atinó a buscarle el pan debajo del brazo, mas no lo encontró. Entendió entonces que debía “apretarse los pantalones”.

Meses antes, al enterarse que serían dos, pero aún sin saber el sexo, los padres acordaron que si eran varones él les pondría los nombres y, de ser hembras, lo haría ella. Ganó la madre. Él no influyó en eso de los nombres, y por suerte que fue así. Él jura que no puede haber dos nombres más bonitos en el mundo.

Mariely, primera en nacer y a quien su padre llama “la chiquita”, tuvo problemas de salud de niña, que felizmente superó.

Mairely, “la gordita”, siempre fue más fuerte, y el apodo es ya un recuerdo: está creciendo y delgadita.

Desde su nacimiento hasta hoy, mucha agua ha pasado por debajo del río. Pero sus padres dicen que ha sido muy rápido y recuerdan cada momento de sus vidas: quisieran detener el tiempo.

Su formación ha sido una mezcla de tradición y modernidad. Algunas lecturas de clásicos y modernos infantiles, inglés, manualidades y música, combinados con vestidos y “moños” –como niñas que son-, y celular con “wassaps”, manejo de computadora y tabletas, lo cual a estas alturas es inevitable.

Mas, para bendición de sus padres, conservan aún su inocencia infantil, y una ternura extrema.

Entre las cosas que quieren, cuando sean “grandes”, es ser veterinarias, para cuidar “Todos los perros de la calle”, han sentenciado.

Con ellas el problema, como con todos los niños, es cuando empiezan a preguntar. Los “porqués” de las cosas, si las dejan, los llevan hasta el infinito.
Labor titánica que normalmente corresponde al padre, junto a los temas de historia y literatura. La madre, de su lado, es “ley, batuta y constitución” en todo lo otro, tanto divino como humano que pueda presentarse.

Para ellas sus padres solo quieren que tengan sentido de la responsabilidad, que estudien y trabajen y hagan el bien; sin perder la “ternura” que tienen en todo lo que hacen, y que tengan el valor, cuando sean mayores, de exigir el cumplimiento de sus derechos, pero a su vez la responsabilidad de ejecutar sus deberes: simplemente que sean buenas ciudadanas.

Personalmente, me excuso con mis posibles lectores. Si es que los tengo y han llegado hasta esta parte del artículo.

Sé que debería tocar temas de interés nacional o, más aún, global. Pero sé, también, que todos los que son padres entenderán que el cumpleaños de sus hijos siempre será especial. Y, para los padres de las mellas, María y quien escribe, desde hace once años no hay tema más importante en el mundo.
¡Felicidades chiquitas!

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