La empresa de Colón (VIII)

Inicio mi jornada sabatina respondiendo un comentario que señala que mis escritos no describen el tema titulado.

Inicio mi jornada sabatina respondiendo un comentario que señala que mis escritos no describen el tema titulado. Fuese cierto si la palabra empresa no significara lo que se emprende, o si mis escritos no tuviesen conexión con tal hacer. Sin embargo, confieso que fue esperanza mía hablar del comerciante de la conquista y de sus expectativas de obtener riquezas, entre otras vías, mediante la trata esclavista, el cambalache ventajoso, el sometimiento a la esclavitud de los pueblos originarios, así como del control económico, financiero, administrativo, legislativo y judicial de las tierras descubiertas por él o por su mandado, mediando un tratado que posibilitaba un poder y un control de mando superior al que tenían quienes le entregaron tan descomunal derecho como actor.

Me sucede por tercera vez que el fascinante personaje de la historia que conocemos como Cristóbal Colón, me lleva, en cada ejercicio investigatorio, a tener que formular nuevas preguntas en vez de obtener explicaciones a mis dudas.

Porque volitivamente, Cristóbal Colón desechó de los demás el derecho a saber de él. Así, se ha convertido la palabra enigma en el principal objeto científico de la historia en que intervino el Almirante. De hecho, ni siquiera sus principales soportes ideológicos, Bartolomé de Las Casas, de obras literarias impresionantes sobre la incipiente colonización de América y sobre el rol de Cristóbal Colón, y su hijo erudito, dueño de la mejor biblioteca europea y autor de una biografía de su padre, hicieron ningún tipo de aclaración a la posteridad para prevenir posibles dudas. Por contrario, actuaron como si hubiese sido deseo formal, mostrar ignorancia sobre los temas incógnitos, o simplemente mantener como meta perpetua la definición de un conjunto llamado enigmas colombinos o colombian4os no ratificables ni demostrables.

De esa manera, el mapa que Colón presentó a Pinzón en su primer viaje, que debe tomarse como prueba de que aquél conocía de cómo llegar a Haití, sea por conocimientos entregados o robados a anterior viajero que estuvo en la isla que Colón llamó “la isla Española”, se queda en el aire por falta de soporte alterno investigatorio, a pesar de que la condición étnica de la expedición de Colón fue distinguida como perteneciente a la divinidad que anteriormente había visitado Marién en nuestra isla, tal como posteriormente sucediera en Yucatán y en Tenochtitlán.

Para este servidor suyo, queda sin resolverse el afán del almirante de encontrar indios buenos convertibles, e indios malos esclavizables, que todos hemos percibido, que Colón definió cuando absolutamente nada sabía de los habitantes caribeños, y que anotó en su bitácora del primer viaje. Fue su invención de indios buenos, los taínos, e indios malos, los caribes.

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