Entre el partido y la gente

La contradicción entre la propuesta de gobierno y las demandas de la maquinaria partidaria afloró  a pocas horas de la toma de posesión.…

La contradicción entre la propuesta de gobierno y las demandas de la maquinaria partidaria afloró  a pocas horas de la toma de posesión. Mientras el discurso propuso un giro significativo de la práctica pública hacia la transparencia, el combate a la corrupción y una reorientación de la política y del gasto hacia objetivos y programas sociales, el gabinete designado, en lo esencial, no responde al interés de avanzar dicha agenda. Más bien reitera que el Estado es un objeto que se reparte en cuotas.

Desafortunadamente para Danilo Medina, él no puede complacer al partido y simultáneamente lograr avances notables en la dirección que dice proponerse. Tendrá que elegir entre el partido y la gente. Es cierto que no se trata de una elección de “todo o nada” o de “ahora o nunca”, pero la selección del gabinete parece una estocada muy dolorosa que cargó de profundo escepticismo el ambiente y las mentes incluso de muchos y muchas que le apoyaron. La decepción es generalizada.

En ese escenario, si el Presidente tiene reales intenciones de impulsar su agenda y no quedarse en el mero discurso, tendrá que buscar sanar las heridas que él mismo causó con los nombramientos. La vía más clara para lograr esto es moverse en la dirección de ganarse la confianza y de tejer alianzas con los sectores con los que se coincide en la apuesta por una política social basada en derechos y para la inclusión. Ya él había mostrado esa intención con la propuesta de los pactos que emanan de la Estrategia Nacional de Desarrollo, pero ahora lo tendrá que hacer en un escenario más adverso que antes de los nombramientos.

Con la propuesta por un pacto para una reforma fiscal, el gobierno tiene todavía una buena oportunidad para empezar a construir esas alianzas, para ganar confianza más allá del partido, ganar poder y ampliar su margen de maniobra.  Aunque el partido es irreemplazable, el poder del empresariado, de la sociedad civil y los movimientos sociales, de la ciudadanía y la opinión pública en general no es insignificante.

Pero para lograr acuerdos y apoyos de esos sectores, el gobierno tendría que empezar a dar muestras contundentes e inequívocas de cambios en la forma y la dirección del gasto del Estado; tendría que complacer las ansias de la ciudadanía por ver que el aparato del Estado se mueve en una dirección distinta a la vista durante la administración de Fernández.

Es al Estado que le corresponde dar los primeros pasos. Con el discurso, se dio un paso hacia adelante porque puso a la gente por delante y en el centro de la atención. Lo del gabinete fue un claro paso hacia atrás porque el partido ganó el protagonismo. Ahora le corresponde al presidente Medina demostrar que ese fue un paso táctico y que no está dispuesto a comprometer la agenda propuesta durante la campaña y en el discurso.

En materia fiscal hay al menos dos áreas en las que las señales que envíe son críticas para concitar apoyo y entusiasmo de la sociedad organizada. La primera es la propuesta de presupuesto de 2013 en al menos dos sentidos. Primero, más allá del 4% del PIB para educación pre-universitaria, será crucial el compromiso presupuestario concreto en programas sociales específicos y con resultados medibles tales como número de aulas a construir, número de maestros y maestras formados, número de personas aseguradas en el régimen subsidiado, y número de centros de salud que cumplen protocolos de atención.

Segundo, debe mostrar evidencia y resultados concretos de acciones en procura de una mucho mayor racionalidad en el gasto. Algunas áreas críticas son contratación y pagos de personal, contratación de obras públicas y compra de equipos como vehículos.

La segunda área es la que tiene que ver con la corrupción y la impunidad. Si no hay señales y acciones creíbles de prevención y persecución de la corrupción pasada y presente, el descreimiento perdurará, no habrá espaldarazo social, y el capital político del gobierno se erosionará. De ser así, será “minoría” dentro del partido y en la sociedad.

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