¡Esas memorias!

Cuando a los jefes de instituciones estatales les llega la hora de la transición, o simplemente perciben el final de sus días, fuera de todo nerviosismo, les entra un afán por tratar de “terminar bien”. Y creen que eso se resuelve con la elaboraci

Cuando a los jefes de instituciones estatales les llega la hora de la transición, o simplemente perciben el final de sus días, fuera de todo nerviosismo, les entra un afán por tratar de “terminar bien”. Y creen que eso se resuelve con la elaboración de una detallada memoria de “realizaciones”, con tantas sandeces que nadie lee. Algunas son elegantes y presumidas; otras horrorosas y desafortunadas, unas extravagancias que contrario a sus pretensiones sólo muestran el despilfarro de los bienes públicos. En vez de gastar tanto dinero en memorias impresas harían bien si simplemente las cuelgan en Internet y ya. El Estado se ahorraría muchísimas papeletas que podrían destinarse a mejorar algunos servicios esenciales.

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