El Estado de rodillas frente a la corrupción

Para los sectores pensantes no fue ninguna sorpresa. Más bien vino a confirmar que el Estado de derecho está sepultado. Esta monstruosidad jurídica desafía la paciencia y la tolerancia de la población más pobre que es la que paga siempre el…

Para los sectores pensantes no fue ninguna sorpresa. Más bien vino a confirmar que el Estado de derecho está sepultado. Esta monstruosidad jurídica desafía la paciencia y la tolerancia de la población más pobre que es la que paga siempre el precio más caro con la falta de educación, salud, empleo y alimentos cuando el Estado falla en hacer justicia al perseguir y castigar el uso y abuso de los recursos públicos. Se está colmando la paciencia del pueblo más humilde y las consecuencias políticas vendrán porque la Suprema Corte ha dictado su veredicto, pero no así el tribunal de la calle, y tan solo aguarda el momento más oportuno, tal vez en el 2016, para pronunciarlo. Mientas en las cortes faltan evidencias, en la calle sobran.

En un mismo día, la Suprema Corte de Justicia y la Corte de Apelación de San Francisco de Macorís, emitieron sentencias que dejaron sabor amargo a toda la población. Mientras los jueces argumentaron falta de prueba para procesar al senador Félix Bautista y al alcalde de San Francisco de Macorís, Manuel Rodríguez Grullón, el tribunal popular ve evidencias abundantes. Es el choque frontal entre las dos grandes líneas éticas en que está dividida la sociedad, los que combaten la corrupción y aquellos que quieren perpetuarla. El sistema judicial está roto, y no ha podido caer en peor descrédito al ponerse al servicio del más grande festival de sentencias absolutorias de personajes a quienes el dedo acusador del pueblo señala como corruptos.

Por primera vez en la historia del país, asistimos a un capítulo penoso en que los corruptos acuden a las cortes en busca de perdón, no de justicia, no de la verdad de los hechos, sino buscando legitimar sus fortunas con el aval siniestro de las cortes. A partir de esos veredictos se ha creado un clima bastante raro, porque son juicios fallidos, fabricados para burlarse de la justicia, que han dejado en el corazón de nuestra gente un dolor grande, y que han creado un ambiente de luto e indignación. Es el colmo de la impunidad a la vista de toda. Nada puede ser mejor como incentivo al delito, el robo descarado, y la protección franca y deliberada a los hacedores de fortunas mal habidas.

La toga y el birrete están de luto. En este combate ganaron los que apuestan siempre a imponer su voluntad por la fuerza. Olvidan que una cosa piensa el burro, y otra el que lo apareja. Más temprano que tarde, la maquinaria de la impunidad quedará disuelta. Porque si algo grande sabe el pueblo dominicano es hacer justicia en frío con tino, paciencia e inteligencia contra sus verdugos. Lo supo hacer frente al trujillismo y luego frente la maquinaria del balaguerismo. Por ahora que siga el festival de sentencias. Los que han puesto al Estado de rodillas frente a la corrupción ganaron una gran batalla. El blindaje de la justicia les funcionó a la perfección. Si estamos seguros de que al final perderán la guerra… y que será en las urnas. 

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