Evitar los cambios en la continuidad

Acasi diez meses de gobierno, las encuestas siguen dando un alto nivel de apoyo popular al presidente Danilo Medina.

Acasi diez meses de gobierno, las encuestas siguen dando un alto nivel de apoyo popular al presidente Danilo Medina. En gran medida, este apoyo tiene que ver con un cambio de estilo en el ejercicio de la presidencia, que sitúa al mandatario como un funcionario cercano a la gente y en capacidad de escuchar las necesidades y demandas de los distintos grupos sociales. Desde la actual gestión se ha roto con una simbología del poder que había sido mantenida por los anteriores presidentes. Las numerosas escoltas, el desplazamiento de la silla presidencial o los saludos en Palacio, han sido prácticas más propias de un régimen autoritario que de una democracia como la que se intenta construir en la República Dominicana.

El cese de una parte de la simbología trujillista en el ejercicio del poder político, acompañado de las visitas presidenciales a distintas comunidades del país, hacen del actual, un presidente de carne y hueso que se encuentra más próximo a la difícil realidad que padece la gente. Por otro lado, la ciudadanía valora el compromiso del gobierno con una mayor inversión social, comenzando por el 4% del PIB en educación, y reconoce la especial atención que se ha prestado al campo y al fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas.

Sin embargo, nada de esto será suficiente, si no se apuesta a una profunda reforma institucional del Estado dominicano, que permita sustentar sobre bases firmes los anhelos de democracia y desarrollo social que existen en el país.  A 52 años de la caída de la dictadura, prevalece un régimen presidencialista que impide el funcionamiento efectivo de las demás instituciones del sistema político y que no hace nada por desmantelar un Estado clientelar que dificulta la ejecución de políticas públicas de calidad. Un gobierno que apunte hacia cambios sostenible, además de enfrentar la deuda social, deberá atender el importante déficit institucional que padecemos.

Las reformas políticas e institucionales no pueden esperar más, pues hasta el momento no hay garantías de que los logros alcanzados puedan mantenerse en el largo plazo o de que se puedan alcanzar otros resultados. Se hace necesario transformar la macro-estructura del Estado, de manera que sus instituciones no sean utilizadas como parte del botín político que se reparte después de cada proceso electoral. Solo un compromiso real con la modernización y profesionalización del Estado, asegurará que sus instituciones brinden servicios de calidad a la ciudadanía. Esta es la única manera de evitar que nos quedemos en pequeños cambios que no rompen con la continuidad de nuestros males estructurales.

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