El Fanguito de La Habana

La Habana, Cuba.- Descubrí El Fanguito una tarde de junio de 2007 mientras caminaba por el emblemático sector habanero…

La Habana, Cuba.- Descubrí El Fanguito una tarde de junio de 2007 mientras caminaba por el emblemático sector habanero El Vedado, camino al Almendares, río del cual me habían comentado su gran parecido con el Ozama. A pocos metros de la calle 23 y pegadito a la Brigada Especial, me encontré de repente con este barrio que contrasta con las bien cuidadas viviendas y apartamentos de El Vedado. La impresión me fulminó. ¿Que en el mismo corazón de La Habana de Fidel Castro exista un barrio levantado a fuerza de casuchas y precisamente a orilla de un río? La verdad no lo podía creer. ¿Marginalidad en el socialismo?

Mientras me adentraba en el barrio y caminaba, recordaba la canción del otrora grupo venezolano Los Guaraguaos: “Que triste, vive mi gente, en las casas de cartón”. Y es que cartón y pedazos de zinc retorcidos servían de techos y paredes a la mayoría de las viviendas que albergaban para entonces a unas cuatro o cinco personas.

Turista y periodista al fin, el gusanillo de hacer algunas fotos se impuso. Fue cuando un hombre de unos 60 años, con cara de bonachón, se me acerca y al saberme dominicano se sintió identificado y entramos en confianza.

“Antes nos decían los aparecidos, porque dizque nos aparecíamos una noche y al otro día había una o dos casitas hechas y la familia mudada”, recordó.
Tras invitarme a un café, observo que en la modesta vivienda de Eriko Morejón dominan las fotos de familiares y, sobre todo, de Fidel, Camilo Cienfuegos y el Ché Guevara.

“La revolución tiene problemas; el bloqueo norteamericano nos tiene jodido y no se han podido construir nuevas viviendas, y por eso las autoridades del partido nos han dejado establecer aquí, porque en algún lugar uno tiene que vivir con su familia”, señaló.

La conversación se extendió por un par de horas. Caminamos los callejones del barrio y contacté que, a pesar de todo, estaba bien organizado y contaba con los servicios de agua y electricidad, además de higiene y limpieza evidentes.

Me contó sus vicisitudes, pero también su identificación con la revolución: “Aquí vivimos modestamente, somos humildes pero no somos pobres, tenemos comida, tenemos salud y mis dos hijos estudian, no es como me dicen que es en otros países, donde el pobre no vale nada”.

De nuevo recientemente en La Habana, volví a El Fanguito a visitar a mi amigo, pero no estaba.  El barrio no ha crecido en habitantes y en la mayoría de las viviendas se notan mejoras físicas. Y su gente, orgullosa y alegre, mantiene viva la esperanza.

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