Fin del embargo

En estos días,  entre los países de la Unión Europea se habla de normalizar las relaciones con Cuba, estropeadas por sus hábitos de seguir las políticas de Estados Unidos, envueltas en reclamos de predominio de los derechos humanos que suelen…

En estos días,  entre los países de la Unión Europea se habla de normalizar las relaciones con Cuba, estropeadas por sus hábitos de seguir las políticas de Estados Unidos, envueltas en reclamos de predominio de los derechos humanos que suelen ignorar cuando miran hacia China.

Aunque Europa flexibilice sus políticas hacia Cuba, difícilmente las relaciones serán en los términos deseados mientras Estados Unidos no desista de su embargo comercial, económico y financiero. Los brazos del imperio son muy largos.

Es verdad que el embargo se originó como respuesta a las expropiaciones del gobierno revolucionario de propiedades de ciudadanos estadounidenses, en el contexto del momento que se vivía, pero de eso hace 54 años, suficientes para olvidar y propiciar una conciliación, sobre todo por el sufrimiento a que ha sido sometido el pueblo cubano y porque desde el punto de vista político no ha tenido ningún efecto.

El embargo es un anacronismo, y de nada han valido las condenas de las Naciones Unidas, no menos de 21, para que Estados Unidos desista de su política. Por el contrario, el bloqueo fue convertido en ley, la llamada Helms-Burton Act., que prohibió toda forma de negocio con Cuba. Sin embargo, convenientemente se realizan ciertas transacciones, principalmente en materia de alimentos, y Estados Unidos está entre los seis o cinco primeros socios comerciales de ese país. Asimismo, durante la administración Obama se han incrementado los contactos pueblo a pueblo, y decenas de cubano-americanos y norteamericanos viajan a la isla.

Una reciente encuesta de Atlantic Council reveló que el 56% de los estadounidenses favorece que se cambie la política hacia Cuba. El pueblo norteamericano parece persuadido de esa realidad y por eso, lo mismo que la comunidad global, favorece el fin del embargo, pero sus líderes, sobre todo en el Congreso, no terminan de aceptar ese sentimiento.

Barack Obama debía escuchar la voz del senador demócrata Patrick Leahy: “Es el momento de que la Casa Blanca y el Congreso tengan el coraje de cambiar la actual política” (hacia Cuba). l

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