Fin de elecciones; nace el futuro

Ayer estrenamos los dominicanos, nueva fecha de elección presidencial, modalidad que consigna la Constitución que nos rige, de enero…

Ayer estrenamos los dominicanos, nueva fecha de elección presidencial, modalidad que consigna la Constitución que nos rige, de enero del 2010: tercer domingo de mayo. Cada cuatro años invariablemente serán el domingo anterior al Día de las Madres. Clímax de nuestra particular democracia, con sus peculiares características distanciadas de la de los griegos antiguos,  que se constituye en ruidoso, populoso y colorido carnaval, propio de lo pasional de la personalidad dominicana. Más de 6.5 millones de dominicanos hábiles para decidir (85,000 mujeres más que hombres), 328 mil en el exterior, tuvieron oportunidad de concurrir a ejercer un derecho-deber, a depositar su libre voluntad en forma de voto, para delegar el poder en manos de un partido político y dentro de este, a un grupo dirigencial.

Más de 460,000 nuevos votantes donde el 95% sufragó con la excitación de la “primera vez”. El 27% de los que tienen derecho al voto, están en el rango de 18 a 29 años; de 30 a 39, el 22.7%; de 40-49 el 19.9 % y el 30.4% de 50 años o más: la mayoría. La gran población votó en absoluto orden, confiados en que su propósito y voluntad respetada, cuenta como número; que ha contribuido al resultado final depositando su intención materializada, en una urna de cartón, con infinitas cadenas de observadores, a su vez observados, con marcadas características de desconfianza y recelo, que extreman la condición nacional de “hombre-chivo y del tíguere-culebro”.

Las ofertas electorales, promesas con disfraces de esperanzas, son propósitos comprometidos, propuestas de transformaciones para inciar el necesario proceso transformador que haga de nuestra nación una tierra con inequidades sociales disminuidas, un espacio de vida con expectativas de futuro, donde los sueños tengan más probabilidades de materializarse, lugar de planes posibles a mediano y largo plazo. Estas elecciones tienden a sepultar políticamente “liderazgos” virtuales, figuras de dinosaurios de un tiempo superado, dando espacio a otras formas de superar finalmente la política folklórica de Concho Primo.

Aunque ya los árbitros del torneo electoral han dado cifras que definen tendencias absolutas, las expectativas dominan aun el ambiente, con solo esperanzas, convencimiento y confianza, dando energías a la seguridad del voto mayoritario en pos de lo que conviene a la patria.

Se impone la mejor alternativa, estructurada sobre un programa de gobierno realizable, para el desarrollo sostenible y una economía traducida en bienestar  colectivo, lejos de simples cifras académicas. Hoy es tiempo de celebración para triunfadores y de justificaciones para derrotados por la voluntad colectiva.

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